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Aquí no hay nadie que no sepa que después del 26 –J, para gobernar habrá que pactar. Rajoy sabe que no va a ganar las elecciones el 26 con los escaños suficientes para formar gobierno por sí mismo. Sánchez también lo sabe aunque hace esfuerzos para fingir que no sabe que Podemos, mancomunado con IU, puede pasarle por encima, convirtiéndoles en la tercera fuerza política, lo que para los socialistas sería verdaderamente un durísimo revés, pero no por casualidad si no emanado del hartazgo de la ciudadanía que tiene su epicentro en los ERE de Andalucía que siguen sin dilucidar penalmente, cuya gestión precisamente no han facilitado, permitiendo que lleven años los del PP utilizándolo como el mejor remedio que les queda cuando el PSOE les señala sus múltiples casos de obscena corrupción. El PSOE debió facilitar y hacer pública todo la documentación, todos los datos y sospechas del caso a la justicia y hacerlo cuanto antes para terminar con el lodazal donde se ha empuercado el nombre y la dignidad de su partido. Por el contrario han permitido, como también lo hace el PP, que los sumarios se eternicen vergonzosamente sin tener presente que la mierda cuando más la remueven, más huele.

El PSOE ha pasado de tener votos para alcanzar una mayoría absoluta a tener tan solo 5.530.693, más o menos la mitad de lo que un día tuvo. Pero es que detrás, como consecuencia de las primeras elecciones legislativas en que ha participado Podemos, tuvieron 5.189.333 votos, o lo que para el caso debería de preocupar y mucho al PSOE 341.360 votos menos que ellos, que para el 26-J junto a IU pueden superar quizá holgadamente. Si eso pasa, Pedro Sánchez habrá quemado las naves como secretario general del partido que hoy aún lidera dejando paso a la dama andaluza del PSOE, Susana Díaz.

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El PP y el PSOE están pagando un alto peaje por creerse durante años que en democracia un partido político que gobierna puede hacer capas y capirotes a su sola voluntad.
Los políticos nos piden el voto y una vez que con él han alcanzado el poder y con el poder, el despacho, el coche oficial, la secretaria y unos emolumentos a años luz de un mileurista, creen que pueden hacer lo que les dé la gana porque para eso ostentan el poder, sin caer en la cuenta que con ese poder tienen también un encargo que cumplir. Por eso la realidad ha convertido al votante en «el árbol que le ha dado al hacha el mango en forma de voto». Jamás tendremos una democracia real mientras los políticos no comprendan que en democracia lo más importante no son ellos si no aquellos a los que representan. Personalmente me queda la satisfacción moral de haber anunciado desde hace años lo que ahora está pasando en la política española. Tanto tiempo hace que predije esta situación que nadie, ni remotamente, vislumbraba los apuros del PP y del PSOE para evitar que unos recién llegados que aún no han demostrado nada en política, les estén mordiendo los zancajos (1). Y a todo esto, en un ejercicio modelo de la confusión, va el señor Rajoy y proclama en España que si gana las elecciones no va a subir los impuestos. Al día siguiente, por no tardar más, manda una carta al presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, en la que le ofrece nuevos ajustes si gana las elecciones. Señor Rajoy: con este merendendum de las ideas que usted tiene, lo mínimo que el personal puede pensar, es que tiene usted una magdalena en la cabeza de las de no te menees.

(1) Zancajo: (m.) talón, parte de la media, calcetín, etc., que lo cubre.