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A mí viajar me da vida. Puede que subir y bajar tantas veces de un avión en tan poco tiempo en realidad me quite salud por lo mal que lo paso pero llegar al destino y vivir una nueva aventura lo compensa todo. Esa sensación que te queda cuando estás viendo algo por primera vez, como el pequeño que desenvuelve con sumo cariño su regalo de cumpleaños, es indescriptible. Hablo de la ilusión, sobre todo.

Ahora mismo, amigo lector, te escribo a no sé cuántos kilómetros de altura, desde el interior de un Airbus 330 que une Miami y Lima. Son las 5 de la mañana hora local y llevo más de 30 horas de viaje en las que habré pisado 5 aeropuertos, tres países y he visto un montón de cosas. A mi alrededor está casi todo el mundo dormido y a mí el canguelo me hace escribir. A pesar de que apenas hay turbulencias y después de ver tres películas las opciones son escribir o ponerme a chillar como una niña a cada sacudida fuerte que acecha.

Si pudieses ver el amanecer que estoy viendo ahora mismo... El sol se despereza a lo lejos en el horizonte y descubre una impresionante paleta de grises sobre un manto de nubes imposibles. Una gozada que te hace sentir único y sentir más y mejor todo lo que te rodea. Un regalo para la vista que te llena el corazón.

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Estar aquí en silencio me hace conectar con muchas cosas. Desde el vecino que ronca como si no hubiese un mañana dos asientos más adelante al hecho de lo privilegiado que soy por tener un sueño como es viajar y tener el valor de hacerle caso. Superar el pánico que le tengo a volar para encontrarme, en este caso, con maravillas como el Machu Pichu, el oasis de La Huacachina, entre otros, y sus impresionantes dunas de más de 500 metros que mañana por la tarde voy a intentar surfear tratando de conservar todos los dientes... O, lo mejor, poder interactuar y conocer la variada y rica cultura peruana y, por qué no, intentar entenderla, que es el mayor reto para muchos.

Pero viajar se le asemeja mucho a la vida. Y ya lo he comentado alguna vez cuando me pongo melancólico. No se trata de esperar a disfrutar solamente del destino sino dejar que te vaya fascinando cada pequeño detalle del viaje. Y de la vida.

dgelabertpetrus@gmail.com