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Da la sensación de que se pisan arenas movedizas cada vez que se habla de la fundación para personas con discapacidad, más parecida a un territorio de intrigas internas y de enfrentamientos que de unidad por la causa, que no es otra que el servicio e interés general. Desencuentros que desembocaron en el intento frustrado, el pasado día 21, de descabezar la gerencia. Una propuesta de la junta ejecutiva que no prosperó pero de la que tampoco se conocía la alternativa, el posible recambio en el cargo ni los verdaderos motivos hasta que, tras la reunión del patronato, oficialmente se alegaron la falta de titulación y de implicación social del gerente que iba a ser cesante, pero sorpresivamente incluso para el Consell, se mantuvo por los pelos.

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Acto seguido, y dado que la última auditoría realizada a la entidad era correcta y ésta se salvó de la bancarrota, han saltado a la arena mediática otros elementos, como el descontento de algunos trabajadores por sus condiciones laborales. No de todos, de hecho hay quien ve en la manera en que se plantean dichas quejas una manipulación, y empiezan a filtrarse también problemas en otro de los centros de trabajo como es el catering social. En resumen, un ambientazo, tanto en el patronato, con un gerente al que se quieren llevar por delante sin éxito y que ahora tendrá que trabajar con esa división creada, como en los centros donde se supone que la prioridad es la inserción laboral de personas con discapacidad.

Se trata de un tema sensible, en el que están implicados usuarios y familias, que a buen seguro ya lidian con suficientes problemas. Como lo es el retraso en las valoraciones de discapacidad, que influyen luego en ayudas, becas y pensiones. El politiqueo y la afición por medrar deberían quedar fuera de esta entidad.