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La situación de incapacidad para nombrar un gobierno en el fondo no es culpa del PSOE como dice Rajoy, que además, en un mal ejercicio de cortesía parlamentaria no tiene ningún empacho en personalizarlo en primera persona a cuenta del señor Sánchez. Tampoco tiene la culpa el PP ni sirve de nada endosársela al señor Rajoy. En el fondo y en puridad la culpa la tienen ambos partidos, el PSOE y el PP, porque jamás hicieron caso cuando se les advertía que el camino que llevaban estaba hartando, saturando la paciencia al electorado, entre otros temas por demasiados casos de una corrupción que los políticos o no sabían o no podían o no querían erradicar, o por lo menos dar una muestra pública y clara de la férrea disposición de acabar con una lacra que arrastra a la política hacia el albañal de la más absoluta desafección al político debido a una podredumbre de credibilidad insoportable. Mientras unos han perdido sus casas porque no han podido hacer frente a una hipoteca, otros se han enriquecido obscenamente.

Fíjense también en los último detalles de estos días: mientras el PP les alegraba la oreja a los de Ciudadanos, especialmente a su líder Albert Rivera en su engañosa predisposición de no dejar pasar ni una corrupción más, pretendieron por la espalda regalarle a Manuel Soria un cargo directivo en el Banco Mundial, millonariamente bien pagado, faltaría más. Si Soria no servía para ministro, a santo de qué iba a servir para el cargo que el gobierno le postulaba. Ni a Rajoy ni a ninguno de sus ministros les dio por mostrarse por lo menos más cautos, más en contra de consentir ostentosos privilegios. Ellos siguieron haciendo lo contrario, su santa voluntad como han tenido por costumbre durante más de 4 años. Eso harta al pueblo y lo harta a tal extremo que es completamente normal que hayan aparecido partidos de la noche a la mañana que a las primeras de cambio han llenado el Parlamento, Unidos Podemos con 71 diputados, Albert Rivera, de Ciudadanos, con 32, de manera que entre ambos suman 103 que han emigrado de las filas de los dos partidos que vivían muy cómodamente alternando sus malos gobiernos y su bipartidismo. Ahora llevan ya unos meses saboreando las dificultades de una situación profundamente incómoda de las que ellos son los legítimos fundadores y eso que a nivel nacional no han empezado aún a gobernar con ellos. Cuando por fin eso suceda, ya se darán cuenta en lo que hay de cierto en aquello de «el que no está acostumbrado a bragas, las costuras le hacen llagas».

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Aparecerán también, no tengan ninguna duda, con todo rigor, los tres peores enemigos del político: «El enemigo malo, el enemigo mortal y los compañeros de partido», como solía decir Conrad Adenauer. La fidelidad al líder y eso de «en boca cerrada no entran moscas» ha empezado a saltar por los aires. Es lo que suele pasar cuando se navega con un barco inseguro cuya tripulación además ha llevado a la antes segura nao a navegar ahora entre abrollos (1) que pueden malbaratar cualquier singladura.

(1) Abrollos: palabra de origen portugués para definir los peñascos que están sumergidos lejos de la costa pero cerca de la superficie del agua, constituyendo un peligro gravísimo para la navegación.