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Todos, queridos lectores, tenemos nuestra forma particular de enfocar la vida. Algunos siguen la senda de lo que se considera normal sin plantearse nada que se salga de los renglones escritos por las costumbres, los usos mayoritarios, o las modas. Otros, en cambio, prefieren aventurarse en caminos diferentes aun a riesgo de ser tachados de excéntricos, antisistemas, inconformistas, frikis o algo peor.

Todos tenemos nuestras propias gafas para mirar el mundo, y a partir de lo que vemos, oímos y sentimos, emitimos opiniones. Muchas personas abandonan el esfuerzo que supone mantener el espíritu crítico y se dejan mecer por la pereza de las frases hechas, y la opinión publicada. Con toda sinceridad creo que los peculiares enriquecen más que los llamados normales. Primero porque aportan otro punto de vista, y segundo porque definir normalidad me genera muchos problemas.

A Miguel Blázquez le pareció normal fingir un accidente de coche y cortarse una mano para cobrar el dinero del seguro. La jugada le salió mal, y ahora Miguel, con una mano menos, entrará en prisión por estafa. A saber que pasó por su cabeza para amputarse un miembro, debía estar desesperado nivel máximo. Podemos respetar su decisión, pero nos cuesta un montón entenderla.

Más aún cuesta entender que un partido político decida pegarse un tiro en cada pie, hacerse el harakiri, tirarse al río con una piedra atada al cuello, y quemarse a lo bonzo todo a la vez. Y sin embargo así lo ha hecho el partido del puño y la rosa para entregarle el gobierno al partido político más corrupto de toda Europa. Supongo que a sus dirigentes semejante maniobra les parece normal, apelando al sentido de responsabilidad de Estado, y expresiones grandilocuentes por el estilo, que están más vacías de contenido que el cerebro de un tronista de neuronas.

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A otros les parece normal que se gasten una burrada de dinero en comprar misiles tierra-aire, mientras le quitan toda la pasta a la sanidad, la educación, la investigación y los servicios sociales. Mi amigo Willy Manzanas, un tipo muy peculiar, siempre sueña con el día en que verá por la tele una maratón solidaria para que la gente mande dinero para comprar un nuevo submarino nuclear, porque el dinero público se ha ido en ayudar a los más necesitados. Algo así como: «vamos, llame querido telespectador. Ya hemos recaudado un chorro de euros para dotar al submarino con unos preciosos torpedos con millones de megatones. Mientras tanto damos paso a los triunfitos en su reencuentro, 50 años después cantando, A tu lado me siento viejuno. Oh Yeah!»

Willy, que siempre está buscando ayudar y ser un poco más feliz, se apuntó a un arte hawaiano muy antiguo de resolución de problemas basado en la reconciliación y el perdón, conocido como ho´oponopono. La idea se resume en resetear tu espíritu y descargar las mochilas emocionales en base a repetir: te amo, lo siento, perdóname y gracias. Creo que a Willy la práctica del ho´oponopono le durará lo mismo que cuando decidió practicar hot yoga y a los dos minutos le dio una lipotimia.

Y no por pereza, sino porque Willy huye de las modas, de hecho llevaba en su coche un radiocasete cuando ya había puertos USB en los salpicaderos, y el arte hawaiano se está poniendo muy de moda entre algunos vips mediáticos. Supongo que pasará de largo como pasó con la incomible pizza con piña. Pero mientras tanto Willy seguirá a lo suyo, buscando diferentes altillos desde los que ver el mundo de otra manera. Feliz jueves.

conderechoareplicamenorca@gmail.com