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Quién nos lo iba a decir, que unas burbujitas de gas iban a eliminar el embrujo y el romanticismo del formato de las otrora copas bajitas y redondas de champán, por las actuales, aflautadas o también llamadas de tulipán. Y todo porque este estilismo de hoy en día permite, al ser la copa alargada, disfrutar viendo subir las diminutas burbujitas que se forman con el gas, que puede llegar a desarrollar seis atmósferas. Eso propicia, cuando se escancia el caldo, la formación de esas burbujitas.

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Lejos de mi intención abusar de una cansina retórica que ralentice el relato. No obstante, permítaseme que deje constancia de la defensa que han hecho algunos sobre la creación de la que fue hasta hace cuatro días la clásica copa de champán. Aun antes incluso de que el champán existiera en la Grecia clásica, dicen quienes lo saben, que un orfebre, tocado por la inspiración a la hora de crear una copa, púsose el hombre a pensar en los perfectos y tentadores pechos de Helena de Troya. Y así resultaría que antes de conseguir el contenido, la cofradía de Dionisos ya tenía el continente (copa) hasta llegar a los franceses, a los que no les gustó nada semejante desatino. Ellos afirman que ni los cofrades del Dionisos griego ni del Baco romano, le pueden quitar el mérito al romanticismo francés, por cuanto la forma de la copa de champán afirman está inspirada en Diana de Poitiers a petición del rey de Francia, Enrique II, que a la sazón tenía los preciosos senos de la Poitiers entre sus más encendidos deseos. Pero tampoco eso puso de acuerdo a toda Francia, de manera que otros más cargados de razones según ellos afirman, convinieron en que no todo en ella conducía a la guillotina pues fueron, ahora sí, los pechos de la reina María Antonieta, esposa del desventurado Luis XVI, rey de Francia, los que sirvieron para crear el molde de tan sensual copa. Más hete aquí que dado el cruento final de aquella reina, tampoco parecía muy alentador inmortalizar uno de sus senos en cristal soplado. Y así las cosas, alguien con razón o sin ella, pensó en madame Pompadour y de esta guisa se habría quedado esta historia de no haber sido por Josefina, esposa de Napoleón, que definitivamente acabó por ser la auténtica dueña del original modelo de tan celebrada glándula mamaria. Mientras, su señor marido se distraía guerreando por Europa y por Egipto, cuando no dejando para la posteridad un apretado ramillete de frases más propias de un ilustrado pensador que de un aguerrido guerrero.

Lo desolador de toda esta historia de la copa de champán es tener que convenir en que lo más seguro es que todo sea más falso que un euro de plástico, toda vez que el champán es una creación de un monje benedictino del siglo XVI y la redonda, baja y chata copa, es el fruto de un diseño inglés de 1663. Ya ven ustedes en qué hubo y en qué paró la fidelidad por los pechos femeninos de tan ilustres damas que unas simples y apretadas burbujitas del delicioso néctar que los franceses dicen champagne han acabado por reciclarse en una copa aflautada sin atisbo ninguno de erotismo… Una lástima.