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Javier Cercas publicó hace dos años «El impostor», un trabajo completo, aunque un tanto farragoso, que recorría la insólita historia de Enric Marco, un pícaro afincado en Barcelona que se hizo pasar por superviviente de un campo de concentración nazi y llegó a presidir la Amicale de Mauthausen de España. Dio conferencias y conmovió incluso a los parlamentarios en el Congreso en el homenaje a los republicanos españoles deportados por el III Reich. Todo era una farsa, como otros episodios de su apasionante existencia, desenmascarada en 2005.

Ese gran mentiroso, crédulo de sus propias fábulas, guardaría relación con Fernando Blanco, el padre de Nadia, la niña que padece una enfermedad rara, con pasado delictivo en Menorca donde dejó colgado a más de uno tras su ingreso en prisión por estafar 120.000 euros a la empresa para la que trabajaba.

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Blanco, que transitaba por Maó vestido como un guerrillero a lo 'Che Guevara', en un deportivo, con un reloj Tag Heuer en su muñeca, tras ser despedido en 1997, puede haberse lucrado a costa de exponer a su niña por medios de comunicación y recaudar donativos de gente de buena fe.

Quien lo conoció en la Isla no se sorprende por el escándalo que le acecha aunque la enfermedad de Nadia sea real más allá de las mentiras que ha contado. El uso de ese dinero para sus propios fines explicaría su desvergozado nivel de vida mientras lanzaba campañas de ayuda periódica para su hija.

Convendrá que el juicio paralelo al que ya está sometido no adelante a la investigación judicial por más que los indicios sean reveladores. Pero el caso de este otro presunto impostor, de confirmarse, dejaría en paños menores al de Enric Marco por su ruindad. La conmoción general también debería servir para hacer reflexionar a quienes conocían su pasado y no lo advirtieron y al periodismo más mediático que 'tragó' sus supuestas mentiras sin contrastarlas y propagó la corruptela.