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Siempre que me alejo de Mariano (y del resto de amados líderes) noto una cierta mejoría en el tracto intestinal. En esta ocasión la mejoría es doble debido al régimen alimenticio (casi vegetariano, muy saludable y digestivo) que he regalado a mi organismo precisamente en fechas en las que lo habitual es castigarlo con grasas y alcoholes a gogó.

Aprovecharé este paréntesis de salubridad espiritual (incluso los rifirrafes en Podemos me resbalan un poco en la distancia) y física (no preciso de bífidus activo ni pasivo), para compartir con ustedes, pacientes lectores, algunas consideraciones que vengo apilando durante la visita a la Cochinchina que me ocupa en estos días tan entrañables.

1- He notado que en Saigón y Hanoi no se producen atascos de tráfico a pesar de circular por sus calles considerablemente más vehículos de los que lo hacen por Barcelona, Londres o París. Tras detenida reflexión sobre esta aparente paradoja he llegado a la conclusión de que sería el código de circulación operante en estas urbes el agente muñidor de tan extraño milagro:

¿Pueden aquí circular motos cargadas con cuatro o cinco personas? Sí, pueden.

¿Pueden aparcar en las aceras, frente a las tiendas o entre las mesas de los bares y garitos de street food que abarrotan las frenéticas calles? Yes, they can.

¿Puede una moto o una bicicleta acarrear mercancía que desborde varios metros su perímetro, y que se alce seis pies por encima de la cabeza del conductor? Sí, se puede.

¿Pueden motos y bicicletas circular por las aceras? Por supuesto que pueden, y vive dios que lo hacen con enorme desparpajo y singular pericia.

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¿Existen pasos de cebra? Existen en efecto, pero su carácter es ornamental. El peatón debe demostrar su coraje (un peatón pusilánime puede envejecer antes de conseguir cruzar un paso de cebra, incluso con su semáforo correspondiente en verde) surfeando motocicletas, autobuses, tuctus, taxis, bicicletas, coches, etc. (aquí, para bien o para mal, no circulan camellos o vacas sagradas como en la India).

¿Está permitido avanzar en contra dirección? Sí, lo está para motos y algún que otro coche siempre que no sea demasiado llamativo y no circule a excesiva velocidad. De esta manera resulta al peatón mucho más excitante la travesía de acera a acera (por las que, recordemos, pueden transitar libremente las motos en ambas direcciones); de hecho convierte esa experiencia en deporte de alto riesgo.

Naturalmente esta normativa facilita que la circulación rodada sea infinitamente más fluida que la de Ginebra, por poner un ejemplo de orden rígido donde los haya.

Ignoro si estas providencias serían exportables a nuestra querida Isla, al menos temporal y circunstancialmente para el puerto de Mahón como alternativa a la peatonalización, que provoca al parecer tanto rechazo en algunos segmentos de la población cuando no alienta la pereza de sus gobernantes (recuerdo a tal efecto que el plan sobre el puerto que encargó la AP recomendaba el estudio de su viabilidad y la implementación en su caso, e imagino que nadie en el ayuntamiento habrá movido ficha en ese ámbito; en caso contrario pido excusas y felicito).

2- Resulta conmovedor observar árboles de Navidad y Papás Noel conviviendo en calles y comercios con hoces y martillos en un país entre budista, confucionista y taoísta. Me ha recordado nuestra meritoria adopción de Halloween, el Black Friday y demás chorradas importadas con calzador por los nuevos mercaderes (si Marco Polo levantara la cabeza se asombraría de la pericia demostrada por sus colegas en el presente siglo, quienes son perfectamente capaces de vender paraguas en el desierto).

3- Por fin alguien ha puesto en su sitio a nuestro más venerado icono (hablo por supuesto de la Coca-Cola), esto es, en los altares. En Occidente nadie se atrevió (quizás Trump lo haga), pero hete aquí que he sido testigo (colgaré foto en Facebook para incrédulos) de que pirámides de latas del divino néctar se apilan en algunos altares de templos en Hanoi recordándonos el carácter sagrado de la imperial marca.