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Podemos se ha integrado en el sistema. Es la consecuencia de dos procesos: el de domesticar la revolución y el de gestionar la parcela de poder-pastel que les han dado los electores. Sobre el primero: Podemos ha querido ser la organización que representa la voz de la protesta, pero se ha dado cuenta de que no se puede ser anti sistema formando parte del sistema con 71 diputados. Por eso se debate entre volver a la calle, lo que es físicamente imposible sin dimitir del sueldo público, o integrarse como izquierda de la izquierda. Cualquiera de las dos opciones decepcionará a una parte de sus votantes.

La gestión del poder-pastel es incluso más complicada que resolver el debate ideológico-estratégico. En el reparto de los cargos públicos y en colocar a personas de confianza en puestos bien remunerados, Podemos no ha sido distinto del resto de partidos. Tanto que se quejó por el puesto de Fernández Terrés. Y por eso, la distancia entre los militantes de los círculos y los que ocupan un cargo público es cada vez mayor y, como consecuencia, se ha debilitado la actividad de la base. Por otra parte, no todos las personas están en condiciones de dedicarse a la política. Todo el mundo tiene derecho a hacerlo, pero hace falta un poco más de formación. De hecho, son los administradores de nuestro dinero y quienes deciden cuestiones que afectan a nuestro bienestar. Los votantes deberíamos ser un poco más exigentes.

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La menorquina Montserrat Seijas, expulsada de Podemos, representa muy bien todo este proceso de crisis del partido, de transformación en algo distinto de lo que fue cuando se creó. Ha mantenido el tono de la protesta en las reuniones internas, hasta que en lugar de protestar contra el PP lo ha hecho contra los dirigentes de su partido, que se han sentido tan molestos que la han echado, con argumentos de poco peso. Seijas no es una corrupta. Es una protestona que no sabe bajar el volumen.

Hay muchos periodistas-comentaristas que celebran el caos de Podemos y que no dudan en echar un poco de leña contra «los que nos daban lecciones de democracia». Sin embargo, no hay que desmerecer la voz crítica contra las actitudes sectarias de los partidos tradicionales. Quizás la medicina no ha sido la más adecuada, pero el enfermo no se ha curado.