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España es el país líder mundial de donantes de órganos, un modelo que se ha convertido en referente ya que con los datos en la mano, hay 43,4 donantes por millón de habitantes, balance de 2016. Muy por encima de países como Alemania (10,9 por millón en 2015) o Dinamarca (15,3). Son 25 años a la cabeza en ese ranking y el sistema que dirige la Organización Nacional de Trasplantes es admirado y objeto de análisis en revistas especializadas. Puede que seamos líderes en muchas otras cosas negativas, en número de mangantes corruptos o en paro juvenil o en tirarnos piedras a nuestro propio tejado, pero cuando se bate un récord así hay que elogiarlo y animar a los que lo hacen posible para que se mantenga durante muchos años.

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En primer lugar, la donación es solidaridad ante todo, de las personas que en vida deciden que su cuerpo sirva para salvar a otros, o de las familias que, en trágicas y tristes circunstancias deciden por un hijo, un hermano, una pareja fallecida y hacen posible que un enfermo en lista de espera reciba el órgano que necesita. Después, el operativo es impresionante: 188 hospitales autorizados para la donación, otros 43 para realizar trasplantes, 17 autonomías, listas de receptores, aviones preparados, equipos médicos listos para trasladarse y operar, estrategias como la aceptación de donaciones a corazón parado, algo para lo que también está preparado el Hospital Mateu Orfila. Menorca contribuye a este récord, en proporción a su población y al condicionante insular, que obliga a trasladar pacientes a Son Espases.

Una coordinación, una celeridad y una excelencia que ya la quisiéramos tener en tantas otras cosas -sin líos competenciales, sin diferencias por territorios-, pero que, de momento, ahí está y debe destacarse, en nuestra sanidad.