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Resulta asombroso lo que también quieren decir algunos nombres que cotidianamente usamos sin que jamás por eso vengamos a caer en la cuenta de hurgar un poco en sus orígenes. Por ejemplo, fíjense qué sorprendente: decimos que nos vamos al dormitorio y nos quedamos tan anchos; qué distinta sería la cosa si dijéramos que nos vamos a pasar la noche en el cementerio. Pues sepan que en puridad habríamos dicho lo mismo, porque cementerio en griego significa dormitorio.

Lo de Cataluña, a nada que algunos políticos catalanes se empecinen, podría acabar en una peligrosísima ciclogénesis de una forma particular y partidista de hacer política.

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Contar un secreto pidiendo la máxima discreción es una soberana tontuna porque al contarlo ni siquiera nosotros hemos sido discretos.

Fíjense qué curioso sería que llegásemos en mala hora a la conclusión de que les pagamos el salario como si fueran todos inteligentes cuando algunos, en realidad, son bastante ignorantotes. Y los que realmente sí que son inteligentes cuando les conviene, se hacen pasar por ignorantes. Basta tener un juez delante y ya los tienes amnésicos perdidos. «No me consta», «no lo recuerdo». Prefieren pasar por tontolabas que tener que vomitar que son la escoria de la política. Es decir, corruptos con tratamiento de señorías.