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Sin duda hay sumarios judiciales que se eternizan por la capacidad propia del individuo para con su corte de abogados retorcer todos los vericuetos de la ley. Pero también por la complejidad de lo que ciertos imputados o investigados se han traído presuntamente entre manos, de manera que un año va empujando a otro hasta llegar a esa figura jurídica que tantas ventajas les ha ofrecido a algunos cuando la justicia averigua que el asunto ha prescrito. Y es tanto lo que les prescribe a los presuntos chorizos de pata negra que hasta parece lícito preguntarse cómo se apañan para tener tantas veces el santo de cara. Un atajo de sospechosos agavillados en ese oportunismo de enriquecerse con lo ajeno o sin ser funambulistas ir dándose un garbeo por encima de la cuerda floja que separa el bien del mal. Gentes como un tal Rodrigo Rato y Figaredo, otrora el «rey Midas» en la corte de los gobiernos de Aznar, «el mejor ministro de economía» de la siempre endeble economía española. Todo era que este hombre tocase una economía curvada y en un pis plas la enderezaba; alabado por la corte del PP como el arreglador de los males económicos. Más tarde, quién nos lo iba a decir, nadie en el PP presume hoy en día de su amistad. Ahora ha pasado a ser el desconocido, el apestado, el innombrable. Otrora, ya digo, alabado hasta la cursilería en esa oratoria reiterada. Para el señor Rajoy era el modelo de político a seguir. Para esperanza Aguirre era un político de primerísima línea. Para Aznar el mejor ministro de economía. Lo cierto es que su currículo era para dar envidia: vicepresidente segundo del gobierno, ministro de economía 1996-2004 (gobiernos de Aznar), Director General del Fondo Monetario Internacional hasta que dimitió el 19 de junio de 2007, dimisión bastante extraña. Dirigió el grupo financiero Bankia 2010-2012, Consejero asesor de Telefónica para Latinoamérica y España. El día 16 de abril de 2015 fue detenido y puesto en libertad tras varias horas de que la Agencia Tributaria registrase su casa por los supuestos delitos de fraude, alzamiento de bienes y blanqueo de capitales.

La última vez que se ha sentado con sus «iguales» a declarar, ha sido por las tarjetas black. Pero fíjense qué ejemplo para una sociedad ya demasiado asqueada de tantos casos. El juez de instrucción nº31 de Madrid, Antonio Serrano Arnal, ha archivado la pieza del caso Rato que le investigaba por la facturación de sus colaboraciones con Bureau Consulting y de conferenciante (BCC). El juez considera que ha prescrito. La cosa iba de presuntas irregularidades fiscales derivadas de los negocios particulares de rato.

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La Audiencia Provincial de Madrid el pasado mes de octubre ya anuló la pieza sobre COR Comunicación, sociedad propiedad de Rato. ¿Saben ustedes por qué? Pues por el mismo motivo. El paso para requerir cualquier tipo de responsabilidad espiró el 20 de junio de 2016 («El País» martes 27 de diciembre 2016).

¡Así da gusto! Mientras otros van a parar a la mazmorra de los «desheredados» por robar menos de lo que cuesta el juicio que los condena, los grandes presuntos les viene siempre a socorrer la misma «vaina» del «ha prescrito». «¡Manda huevos!», que dijo aquel y que luego se empeñen en hacernos tragar que es igual para todos. Ya ven que no he querido poner justicia porque aún creo que la justicia no tiene la culpa del uso que algunos hacen de ella.