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Me parece muy interesante el bolso de una mujer, y el de una mamá ni te cuento. Nunca les ha pasado ir a pagar y sacar «de todo» encima del mostrador hasta llegar al monedero. Y decir «de todo» es decirlo literalmente. Mordedores para la dentición del bebé, el juguete de turno, los pañales, las toallitas, el secababas, el chupete, el biberón, el agua, ropa de cambio,... porque claro la mamá ha dejado entre otras de utilizar su bolso de mujer independiente. Yo he llegado a pedir una tijera en una reunión de trabajo y una mamá sacarla del bolso, con su pegamento de barra y el celo, y decirme que se lo guarda a su hijo que ese día había tenido plástica. Son esos objetos de nuestros hijos lo que hace entrañable el día. Y te das cuenta que tienes hijos. ¿No les ha pasado ir a por los zapatos y al calzarlo tropezar con una pieza de puzzle?. O encontrar un muñeco entre la ropa del armario, o en los cajones de la cocina. Otro de los detalles que me está gustado, cosa que a su abuelo no, es abrir la nevera y encontrar medios yogures con su cucharita clavada porque no se lo ha terminado. O medias papillas en diferentes tarritos. Guardas y no tiras por si mañana se lo come. Y al día siguiente le haces otra comida y vas acumulando.

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Y hay detalles como sus verdades con su lengüita de trapo. Les confesaré algunas cuantas, como el otro día que me miraba las piernas y le decía a mi hija que «mamá tiene pelos y me tendré que depilar», y mi hija con una sonrisa angelical me dice «si tienes pelos como Lilo», nuestro perro, solté una carcajada. Sale disparada de la habitación, entra en el baño y sale dándome unas pinzas. Nunca me habían hecho esa comparativa. Y que me trajera las pinzas lo aprecié de inteligente, y de observadora: asocia los objetos, sabe dónde están, sabe para qué se utilizan. Los hijos nos dan la pista para no despistarnos de que son como esponjas. Absorben lo que ven en casa. Bueno, mientras sea mi hija la que me da estas respuestas tan creativas, y tan motivadoras. No perdí un minuto en depilarme. Le volví a decir «mira Amae ya no tengo pelos», me mira la pierna y, me dice «ay, pupa». Y me da un beso en la pupa. La miré con amor. Reproduce lo mismo que le hago cuando ella me dice que tiene «pupa», le doy un beso. De esos que lo curan todo. Ella me curó mi conciencia. Esa, que a veces da malas pasadas de saber si lo estás haciendo bien como madre. Muchas madres que se lo preguntan lo están haciendo realmente bien.

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