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Pasó el 1 de abril, ese fool's day o dia d'enganar tradición menorquina y de países anglosajones (aunque también es el poisson d'avril francés y el dia dos enganos gallego) que suele pillar por sorpresa a otros 'inocentes' peninsulares acostumbrados al 28 de diciembre. La prensa lo celebra cada año, las noticias falsas se confunden con las de verdad, aunque dicho sea de paso, hay veces en las que cuesta distinguir la realidad de la inocentada.

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A los nostálgicos de los días de baloncesto en el Pavelló Menorca les hubiera gustado que fuera cierto el regreso a ACB; la broma, como la mentira, pasan mejor cuando uno está deseoso de escucharlas. Imagino también que al presidente de la Fundación Isla del Rey le hubiera gustado recibir a su graciosa majestad y mostrarle los avances de los voluntarios en la restauración del antiguo hospital, aunque no sé yo si aun a riesgo de conflicto diplomático por ceder las salas para un encuentro con el ministro de Gibraltar. ¡Qué jugosa reunión! Si llevamos años dándole vueltas a la tarifa plana, la carretera general o el plan territorial, qué no habríamos hecho con la reina madre provocando en suelo menorquín.

Mal momento pues el elegido por Més per Menorca para su dimisión en bloque. Tan poco acostumbrados a que los políticos se vayan, muchos lectores sin dudarlo creyeron que esa había sido la mejor broma del día ¿nueve sillas liberadas de golpe? Impensable. Pero era tan cierto como otra noticia que suena a broma pesada: 15 meses para tramitar la reforma de una boyera y darle uso, muy sostenible, eso sí, de vivienda, y evitar así que se caiga o esté cerrada, todo ello gracias a una norma que ahora se derogará parcialmente después de dos años de debate. No nos dejen, el culebrón del Govern no ha hecho más que empezar y aquí cada día es el del pescado.