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La opinión individual es ligera cual nubecilla de verano, aunque pueda ser profunda o superficial, efímera o memorable, cualificada o demencial. Pero la opinión pública, eso que piensa todo el mundo porque todo el mundo lo piensa (inercia mental), es una bola de nieve que puede llegar a aplastarte bajo su peso. Quien sea capaz de manipularla, puede llegar a acumular un poder terriblemente efectivo. De ahí la lucha por controlar los medios. Mira lo lejos que llegaron Berlusconi, Hugo Chávez, Hitler o Mussolini. Recientemente Farage, Le Pen o Iglesias. Líderes que prometen una sociedad feliz para sus seguidores, donde el enemigo a batir está en el punto de mira de los justicieros y sus vehementes devotos. Los delitos de odio nunca están lo suficientemente perseguidos, debido a nuestra tolerancia boba con los intolerantes.

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Habría que estudiar el tema, si no queremos sufrir sus nefastas consecuencias. Europa no puede contar con los antiguos aliados: EEUU, Reino Unido (Merkel dixit). Y mientras Oriente prospera, Occidente se hace el harakiri.

Organicemos un congreso de maestrillos, cada uno exponiendo su librillo, para debatir y encontrar soluciones a la mediocridad galopante que nos invade. Científicos analizando el cerebro de Trump, para descubrir que no es tan complejo como parece. Filósofos, politólogos, economistas, historiadores… la inteligencia se mide ante los retos de la vida. La opinión pública con encuestas.