TW

Queridos lectores no residentes en Menorca, acérquense, les voy a escribir en un susurro ahora que no nos lee nadie, si quieren conocer bellas playas de nuestra Isla, como Cala en Turqueta y Macarella, intenten venir en mayo o septiembre, o en cualquier otro mes fuera del verano si no les importa tanto las condiciones meteorológicas. Los parkings de esas playas, como ha informado este mismo diario, llevan todo el mes de junio saturados, a las 9.30 de la mañana ya no queda sitio ni para el coche descapotable de los cliks de Playmobil.

Además si consigue ser de los privilegiados, súper madrugadores, que encuentra un hueco donde dejar su vehículo, se va a encontrar una playa abarrotada y asaltada por tierra, por mar, y con el tema de los drones pronto por aire. La increíble belleza de nuestras playas queda algo diluida cuando la concentración de humanos rebasa unos ciertos límites.

No es lo mismo sentarte en la arena mirando el mar, mientras la brisa acaricia el rostro, escuchas el sonido de la olas y ves con claridad el horizonte, que sentarte en la arena mirando el mar mientras esquivas jugadores de palas y lanzadores de frisbees que van por libre, abuelas llamando a pleno pulmón al pequeño de la casa para que salga del agua y se coma de una vez por todas el bocadillo de filetes empanados, o a Mary gritándole a John que no tiene ganas de volver a Luton porque llueve todo el día. O ver una línea infinita de barcos delante de un horizonte que no se parece en nada al de la foto que te enseñaron en la agencia de viajes, mientras los decibelios te machacan el cerebro entre alguien que tararea «Despacito», ¡dios, que alguien me arranque los tímpanos!, y otros que hablan de lo llena que esta la playa, y que deberían limitar el acceso a tanta gente, menos a ellos claro que, por lo que sea, consideran que tienen un pase VIP.

Noticias relacionadas

Obviamente, queridos lectores, ahora a los de fuera y a los de dentro de nuestras costas, que habría que encontrar el punto medio, el equilibrio, como dijo Aristóteles: «La virtud se halla en el centro», o como dice siempre Toni el pagès: «Entre poc i massa, sa mesura passa».

Porque si en la búsqueda de la paz y el silencio nos pasamos, nos podríamos ver abocados a la locura, el silencio total nos lleva a la enajenación mental, y no exagero. Según los científicos cero decibelios es el umbral del oído, pero puede considerarse mucho comparado con los -9,6 decibelios que se registra en la cámara anecoica de los Laboratorios Orfield en Minneapolis (EEUU), considerado el punto más silencioso de la Tierra.

A la media hora la mayoría de la gente se ve obligada a salir de la cámara, presa de alucinaciones. En este entorno ultrasilencioso, en el que el 99,99 por ciento del ruido es absorbido, puedes escuchar el sonido de la sangre circulando por las venas, e incluso los sonidos de tu propio oído, que reacciona al silencio extremo emitiendo sus propios sonidos. Flipante.

Así que ya ven, en un mundo que se mueve entre los polos de extrema pobreza y extrema riqueza, que es capaz de soportar grandes catástrofes, como la pizza con piña, y que además está cargada de contaminación acústica porque algunos se empeñan en hacer mucho ruido para que la reflexión huya por patas, lo mejor es pasarse unos días por Menorca fuera de la temporada alta. Pero si no tienen más remedio que venir en agobiosto que así sea. Más vale Menorca por San Lorenzo, que Luton en cualquier fecha, hasta los lutonianos lo reconocen. Feliz jueves.