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Julio es el mes en el que se dan a conocer los nombramientos, relevos y cambios en las parroquias y en los órganos diócesanos que entran en vigor a partir de septiembre, al arrancar el nuevo curso.

En julio del 2016, cuando Menorca se hallaba en situación de sede vacante, el entonces administrador diocesano, Gerard Villalonga, a partir de una interpretación dinámica del principio canónico sede vacante, nihil innovetur (que durante la sede vacante no se modifique nada) y con la aprobación del Colegio de Consultores, llevó a cabo el cambio más relevante de los últimos años en las parroquias de la Isla. Fueron designados los nuevos administradores parroquiales, que a partir del 23 de septiembre adquirieron la condición de rectores.

El inesperado y muy sentido fallecimiento del presbítero migjorner Rafel Portella, que había sido designado rector de la parroquia de Sant Cristòfol, su población natal, motivó nuevos nombramientos. Ahora, cuando la sede episcopal de Severo ya cuenta con nuevo titular, Francesc Conesa ha efectuado sus primeras nominaciones. Extraemos cuatro grandes conclusiones. En primer lugar, el acierto de los cambios efectuados en julio pasado por el hoy vicario general, Gerard Villalonga, que mantiene el obispo Conesa. ¿Dónde quedan todas las críticas que recibió el entonces administrador diocesano?

La buena noticia de contar ya con un seminarista adscrito a una parroquia -Jean Maria Nguele, que se incorpora a Sant Martí de Es Mercadal-, lo que implica su próxima ordenación sacerdotal.

En tercer lugar la reincorporación a Ciutadella de Joan Camps, que tras unos meses en Es Migjorn, será vicario de la parroquia del Roser (la Catedral) y reanudará su actividad como consiliario del Centre Catequístic de Sant Miquel. Y por último, la designación de Miquel A. Romero como vicario de Santa Eulàlia de Alaior. El obispo Conesa actúa con decisión y buen conocimiento de la realidad diocesana.