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No sé qué clase de disciplina regula el funcionamiento de nuestros políticos en el Congreso o en el Senado. En cualquier caso, me parece poco cortés el hecho de que esté el hemiciclo prácticamente lleno cuando están en la tribuna de oradores determinados políticos; una vez que ya han soltado el discurso que llevaban preparado y los que ocupan la palestra son políticos de escaso calado, el hemiciclo se queda desangeladamente vacío ¿A dónde van? ¿Acaso les da a todos en el mismo punto y hora el apretón? Creo que el respeto hacia los demás oradores es ostensiblemente mejorable, pero no sólo es el respeto obligado entre la clase política, porque luego, no se cortan un pelo en mostrarnos esa abulia impresentable hacia los votantes que asistimos tele-sorprendidos al desprecio que nos dedican con su ausencia aquellos a los que les pagamos el sueldo, además de tanto privilegio en no pocos casos bastante discutibles.

Se me viene a la mente el justificado cabreo de Jean-Claude Juncker, Presidente de la Comisión Europea. El día 4 de julio de 2017, no pudiendo aguantar más el vergonzante tipo de espectáculo de aquellas señorías dijo que «el Parlamento Europeo es ridículo» al encontrarse que de los 751 eurodiputados, solo 30 estaban en el pleno «ridículo, muy ridículo» repitió.

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¿Saben mis queridos contribuyentes lo que cuesta cada eurodiputado? Pues al año en sueldo y gastos 500.000 euros, es decir 83.193.000 pesetas. Fíjense en el siguiente despropósito: un eurodiputado español gana un 23% más que el presidente del Gobierno (datos tomados en internet). Todo eso viene en suceder al mismo tiempo de cuando aquí tenemos una mayoría de trabajadores que no ganan ni 1.000 euros al mes, muchos se tienen que conformar con 700, con un trabajo inestable y con frecuencia trabajando más horas de las que deberían y qué en no pocos casos ni siquiera las cobran.

Estoy leyendo de Daniel Montero su libro, la portada no tiene desperdicio, entre otras cosas dice: «El increíble chollo de ser político en España» para terminar diciendo: derroches, comilonas, regalos y privilegios inconfesables. La verdad es que ante tal panorama no tengo que hacer ningún esfuerzo para sentir vergüenza ajena, pero sin entrar donde ha entrado Daniel Montero, déjenme decir que el Congreso y el Senado son un magnífico espejo para ver a tanta señoría como pagamos haciendo en no pocos momentos lo mismo de lo que se quejaba el Sr. Juncker.

Creo que no cuesta tanto y que no es pedir demasiado que nuestros políticos den por lo menos, una imagen más acorde con el cargo que ocupan y con el dinero que cobran ¿Qué clase de empatía puede sentir un trabajador/a que no le pagan ni 800 euros con todo incluido cuando ve que el eurodiputado/a que ha salido del partido que votó, gana en Europa en un mes lo que él no gana en varios años, y encima, teniendo que aguantar que de los 751 eurodiputados/as faltasen en el pleno 721, y además no puedes decir nada porque se cabrean. Con más justo menester se cabrea un mileurista cuando ve lo que él tiene que hacer y el tiempo que tiene que transcurrir para ganar lo que el otro gana en un año.