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Todo aquel que ha subido al balcón del Ayuntamiento de Maó para ser el pregonero de las fiestas de la Mare de Déu de Gràcia merece gratitud y reconocimiento.

En muchos casos la invitación del consistorio se transforma en un marrón para el que la recibe, es decir, al entusiasmo y la satisfacción iniciales les sucede poco después una enorme carga de responsabilidad que genera una presión añadida. Sabe el protagonista que deberá darle vueltas y más vueltas a la almohada para armar una alocución que esté a la altura del momento.

Los pregoneros son como todo. Es decir, los ha habido muy buenos, buenos, regulares y ciertamente malos, del todo prescindibles, con una vinculación menor a la ciudad o simplemente empeñados en exponer su trayectoria vital de escaso interés general. Todos, sin embargo, merecen el aplauso por haberlo hecho.

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De vez en cuando, no obstante, corre una bocanada de aire fresco en la balconada de la casa consistorial a la hora de este acto. Ha sido el caso de la Associació Alba, que aglutina a unas 120 mujeres de Menorca afectadas por el cáncer de mama, elegidas este año para dar el pistotelazo de salida a las fiestas.

Sus palabras de anteayer fueron tan sinceras como entusiastas, tan sencillas como emotivas, sin necesidad de recurrir a la búsqueda de la lágrima fácil. Cristina Fernández, su presidenta, conductora del discurso, dominó el espacio con aplomo y simpatía cautivadoras, lo mismo que Ángeles Camps, con una glosa amena y natural.

Todas, en definitiva, promovieron esperanza, que no compasión, y por encima de todo, alegría y coraje con los que seguir resistiendo, como cantaron, ante el revés que la vida ha puesto ante ellas.

Fue un magnífico comienzo de las fiestas que justificó de pleno la acertada elección del gobierno municipal al proponer a este grupo de mujeres valientes para leer el pregón de 2017. Un ejemplo presente y un ejemplo futuro. Enhorabuena.