TW

¡Eh!, aquí, en estas líneas. Acérquense al texto, queridos lectores, porque voy a escribir muy bajito. Así que lean como en un susurro mental y no gesticulen, igual así alguien nos hace caso.

Aprendí la técnica de Joana, una maestra de escuela de pueblo que acumula años de experiencia sin perder un ápice de ilusión, vamos de esas ante las que te tienes que quitar el sombrero porque no hay profesión que no agote, el que diga los contrario miente. Menos Pablo Motos que está encantado de haberse conocido y sé que podría estar delante de la cámara meses enteros sin salir de plano, por algo le han dado un Premio Nacional de Televisión, vaya tela. Regresemos que me lío más que el presi en las ruedas de prensa sin plasma, cuanto más alborotada estaba la clase de Joana, cuanto más gritaban los niños y niñas en el aula, más bajaba ella la voz. De esta manera conseguía que, poco a poco, los alumnos empezaran a callarse para intentar oír lo que decía. Lo he visto in situ, les juro que funciona, palabrita de articulista miope.

Y lo que hace Joana llama la atención, porque lo que suele ocurrir normalmente es todo lo contrario, al ruido más ruido, al grito más gritos, a la bronca más bronca, al fuego gasolina, a la mala leche mala hostia, a la bofetada puñetazo, y así nos va, de maravilla, caminando hacia el final de los días mientras enviamos wassaps. Creo que si don Quijote echara un vistazo a este loco mundo, se le iría la pinza de nuevo en menos tiempo del que tarda en robar un concejal de Urbanismo. Pero esta vez en lugar de galopar lanza en ristre contra molinos, lo haría contra los escaparates de todas las franquicias. Con el neoliberalismo global hemos topado amigo Sancho.

Noticias relacionadas

Y si somos nosotros, los que no ocupamos cargos de responsabilidad pública, los que nos marcamos algún grito o salida de tono, pues mira nada pasa, humanos somos y perder nervios podemos, que diría el maestro Yoda. Pero amigo, cuando los que están ahí, llevándose lo que se llevan, para solucionar los temas son los que más mierda tiran para todos los lados, cuanto menos, y aunque sea bajito, les debemos presentar nuestro más absoluto desprecio.

Y es que sea el tema que sea, desde el independentismo, al penúltimo caso de corrupción, pasando por las nuevas y escandalosas cifras de desigualdad y pobreza infantil, los encargados de aportar soluciones lo que aportan es una gran cantidad de basura intelectual, y generan un mal rollo tan brutal que va a ser muy difícil salir de las cloacas. Por más que algunos lo pretendan, no bastará con ponerle toneladas de maquillaje a todo, como hace el presidente francés, Emmanuel Macron, que se gasta 8.000 euros al mes en cosméticos. Creo que ahora los franceses cambiaran su famoso eslogan por un actualizado, liberté de comprar, égualité entre los pobres, y maquillage, a la fraternité que le vayan dando, que lo de hacer algo a cambio de nada ya no se lleva.

Y para sobrevivir con todo este estruendo tengo que fijarme en lo pequeño, en lo sencillo, y recuerdar que mi amiga Ana, en un arrebato de humor poético, dejó un calcetín suelto en el cesto de la ropa con un cartel que rezaba, «busco pareja». Difícil lo tiene por que ya saben que no hay nada más infiel que los calcetines, aunque hay que decir en su descargo que no son parejas por amor, sino concertados. Y de eso también deberíamos aprender, las relaciones a la fuerza entre personas, o entre pueblos, nunca va a funcionar. Dicho todo muy bajito y sin mover un músculo. Feliz jueves.

conderechoareplicamenorca@gmail.com