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Hay lapsus demoledores, como decir por ejemplo: «Por eso estamos apoyando el terrorismo contra el estado», eso y la memoria vengativa de Rajoy a recordarle a Margarita Robles el asunto de Lasa y Zabala, un suceso acaecido hace 20 años, demostró que el presidente ni ha estado ni está ni probablemente lo va estar nunca, dispuesto a entregar la presidencia sin antes no haberla defendido con las uñas y los dientes de su dilatado aprendizaje político.

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Rajoy está curtido en toda clase de rifirrafes parlamentarios. Cuando los «hilillos» de plastilina del mayor vertido de chapapote en nuestro país, le mandaron a él al epicentro mismo de aquel desastre, y aunque no muy airoso, salió políticamente indemne donde otros habrían finiquitado su carrera política. Las drásticas decisiones en su primera legislatura como presidente, dejando los derechos laborales poco menos que borrados de las mejoras que tanto les había costado conseguir a la clase obrera, y sin embargo salió de las urnas tan bien parado que ni él mismo se esperaba aquel resultado. De la comparecencia como testigo se puede decir que libró algo más que bien, sin duda porque quienes preguntaban se olvidaron de aportar pruebas demoledoras sobre lo que se les preguntaba. Y con esos mimbres poco es el cesto que se puede hacer.

En cuanto a lo del miércoles 30 de agosto en el congreso sobre el caso Gürtel, Bárcenas, la corrupción o la financiación ilegal del PP, resultaron tan descafeinados los logros a los que se aspiraban los partidos que habían forzado su presencia, que incluso TV1 en un desvergonzado acto, cortó la emisión para pasar a mostrarnos la banalidad de la tomatina de Buñol. Algo como poco impresentable a no ser que tengamos que considerar que la tomatina del Congreso y la de Buñol tenían poco que echarse en cara en cuanto a calidad hacia la ciudadanía. No sé dónde fueron los tomatazos más inútiles, el caso es que el señor presidente volvió a estar «cumbre» que diría un tal Javier Arenas. Esta frase se la escuché, efectivamente, al sevillano Javier Arenas Bocanegra, por lo menos así lo recuerdo. Para el caso, los políticos de la oposición que le tiene ganas al presidente, se han mostrado, una vez más, absolutamente incapaces a la hora tan deseada de poner al presidente en el brete de tener que pensar a marchas forzadas en la dimisión. Dimisión que sin duda sería por problemas de salud o por haber llegado a la feliz conclusión que la parte dura de su trabajo ya está realizada. Eufemismos que como siempre pasa, luego nos los cree nadie.