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Mientras la clase política hace pasillos en la World Travel Market de Londres para tratar de garantizar la presencia de turistas en la Isla la próxima temporada, en dura competencia con la recuperación de los mercados egipcio, tunecino o griego, los menorquines residentes continuamos presos de la pérdida paulatina de vuelos, destinos y frecuencias.

Mientras Maite Salord y Marc Pons llaman a las puertas de todo tipo de compañías convencionales y low cost para que alguna se avenga a tomar la única ruta directa con Londres, interrumpida abruptamente por Monarch Airlines, los menorquines residentes solo disponemos de una -Vueling- para viajar a Barcelona con apenas tres o cuatro salidas diarias.

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Mientras estos dirigentes, como los anteriores, batallan con escasa fortuna para conseguir la ansiada desestacionalización del turismo que viene a la Isla, los que vivimos aquí apenas contamos con vuelos directos a Palma, Barcelona y Madrid, un par de veces a la semana a Valencia y una a Bilbao. Eso es todo.

Mientras estos políticos y los de antes trataron de abrir rutas con Rusia y hacer crecer las de Francia y otros destinos, resulta que ahora que podemos viajar a Palma e Eivissa a un precio razonable, faltan aviones para cubrir la creciente demanda de plazas durante los fines de semana.

Sería del género absurdo objetar el necesario trabajo del gobierno de turno para mantener el principal y casi único sustento de la Isla que representa el turismo en la temporada estival. Es fundamental que insista en esta labor año tras año, lo que no debe ser óbice para que se emplee con la misma determinación en aras a mejorar las opciones cada vez más reducidas -y, salvo en la ruta balear, más caras- que nos quedan a los residentes para salir y entrar de aquí fuera de temporada. No puede ser que próximos a cubrir el segundo decenio del nuevo siglo retrocedamos en lugar de avanzar.