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Si alguien nos pregunta por cómo es la vida en Menorca y le contamos que la Isla tiene 701,80 kilómetros cuadrados, que tiene un monte que mide 358 metros, que tiene ocho municipios, y que tiene 91.601 habitantes, no le estamos diciendo nada de cómo vivimos los menorquines. Recitamos únicamente números, datos fríos, sobre los que cualquiera puede hacer libres interpretaciones. No le estamos contado cuales son los anhelos, los deseos, los miedos, los prejuicios, los vicios o las virtudes de Toni, de Ana, de Gemma o de Mateo. El que solo memorice esos datos de Menorca, sabrá cero de los menorquines.

Si nos cuentan que en los últimos 15 años 885 mujeres han sido asesinadas por sus parejas, o exparejas, que desde el 2009 se han registrado 1.021.589 denuncias por violencia machista, que en Madrid mataron a 91 mujeres, nos están dando de nuevo fríos números sin rostro que no nos trasmiten el dolor de María, de Montse, de Rocío, de Arantxa y de un largo y cruel etc. No sabemos de las palizas, de los llantos, de las heridas, de las amenazas, de las angustias que las mujeres sufrieron antes de ser asesinadas, ni idea. Apenas torcemos el gesto cuando leemos las cifras y poco más.

Si leemos que más de 1 millón de personas han llegado a Europa buscando refugio, que más de 5000 murieron en el mar Mediterráneo intentando llegar a nuestras costas, que el 31 por ciento de las personas que buscan refugio son niños, que el Viejo Continente recibió más de 1,2 millones de peticiones de asilo procedentes de 38 países, nos están diciendo muy poco sobre el calvario, el miedo, el sufrimiento, la tragedia de Darina, Omar, Sara, Amir y un largo, larguísimo, y doloroso etc. Una vez más son distantes números que apenas nos acercan a la piel de los hombres, mujeres y niños que sufren con intensidad lacerante el drama de la guerra y el hambre. Apenas rozamos su aliento con el listado de cifras y más cifras. Estadísticas sin alma que olvidamos nada más leerlas.

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Si nos dicen que en España desde el 2005 más de 400.000 personas han sido desalojadas a la fuerza de sus casas, que hay actualmente 3.335.924 personas sin trabajo, que un 28,6 por ciento de los españoles está en riesgo de pobreza, que el 40 por ciento de nuestros niños vive en una situación de pobreza anclada, poquito nos trasmite de la angustia de Antonio, de Marisa, de Xavier o de Pilar, cuando no pueden llevar comida a sus mesas, o cuando se siente humillados pidiendo las migajas estatales que quedan para los servicios sociales, porque los monstruosos clanes de poder se han fundido la pasta, que saquean al resto de ciudadanos, en sus corrupciones y en sus correrías. Farfullamos humana, y cobardemente, para que nunca nos toque a nosotros dormir bajo el techo de estrellas y extender la mano en busca de solidaridad.

El economista puede poner su saber en la pelea por limar desigualdades, o lo puede poner al servicio del poder para perpetuar la injusticia y la pobreza. Muchos se escudan en que solo son números, como si pudieran enterrar su conciencia bajo las inertes tablas estadísticas. Pero el amor, o el odio, el sufrimiento, o el placer, no se pueden explicar con un algoritmo. Ninguna formula matemática nos hará mas héroes o mas villanos. Ponerle piel y tocar con las yemas se hace imprescindible si queremos conserva un atisbo de humanidad. Mirar a los ojos para que un escalofrío nos recorra la espina dorsal, para notar a los demás, para sentirnos vivos. Feliz, humano y cálido jueves, queridos lectores.

conderechoareplicamenorca@gmail.com