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Cada ser humano es distinto. Igual que cada imbécil. O imbécila, claro. Hay tantos tontos y tontas de capirote por metro cuadrado como tonalidades tiene un atardecer en Binisafuller. Muchos. Y en pocos días hemos visto tres ejemplos elevando a la máxima expresión su tamaña condición.

Sin dudas, el premio es para el lumbreras, o la lumbreras, que se dedicó a garabatear Sa Naveta des Tudons. No satisfecho, se dedicó a pintarrajear la zona de Punta Nati. Es un imbécil de libro, del que seguramente se derive algún tipo de deficiencia mental.

Este talibán del espray cumple con todos los requisitos para el premio de Imbécil del ano. No, no me he dejado la Ñ, es la forma fina y educada de decir Tonto del culo. O tonta. Maltratar el vestigio de miles de años de historia no debe ser gratuito, no puede quedar impune. No al menos en una sociedad que se vanagloria, o al menos lo hacía, de ser Talaiòtics T. Este crimen que atenta contra el patrimonio universal debe pagarse con el peso judicial equivalente al que atenta contra la humanidad. De lo contrario, si nos parece excesiva la condena por pintarrajear cuatro piedras, somos unos hipócritas en lo de alardear de cultura.

El segundo imbécil parece que ya está identificado. Es el que tiraba sin disimulo y con alevosía los escombros de una obra al mar en Macaret. Otro que atenta contra el patrimonio universal. No debe ser impune ensuciar a sabiendas, destrozar uno de los ecosistemas que nos da la singularidad como rincón único en el mundo, como destino idílico... En fin, como Reserva de la Biosfera.

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El fue sin querer queriendo no vale cuando atacas al medio natural que está indefenso y que nos da de comer. No es lícito ensuciar sa vorera como tampoco lo sería tirar esos restos en aguas internacionales. Si no somos capaces de entenderlo será mejor que reservemos un buen asiento para asistir a la extinción humana porque estaremos -si no lo estamos ya- condenados.

Y el último campeón es el gerente de la empresa de Mallorca que durante años se ha dedicado a vender carne caducada a restaurantes, colegios y hospitales, entre otros. Es un imbécil en lo más amplio, largo y completo de la palabra. IMBÉCIL, en mayúsculas, si me lo permite el diario MENORCA.

Que tú te dediques a vender carne caducada de forma continuada y deliberada para el consumo humano debería considerarse un atentado contra la salud pública. No es ni una pillería, ni un triunfo picaresco, ni el negocio de Na Peix Frit. Es peligroso.

Son tres ejemplos de que abundan entre nosotros individuos a la que le importa un pito todo lo que vaya más allá de su ombligo. Tres casos claros de que la Humanidad no va por buen camino y de que lamentablemente hay mucha gente y pocas personas.