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No sé por qué insultamos a la gente, tal vez por propia debilidad. Tendemos a hacerlo en situaciones de nerviosismo, como cuando estamos al volante de un coche, o de envidia, como cuando alguien destaca en una tarea que nosotros también sabemos llevar a cabo y creemos que podríamos hacerlo mejor. Es curioso que, en el caso de conducir un coche, generalmente no somos profesionales. Llorenç Villalonga, el escritor mallorquín, solía decir que hoy en día todos tenemos dos oficios, cuando menos: el nuestro y el de chófer, porque todos tenemos coche. No somos profesionales y, además, cuando insultamos al volante generalmente no nos oye el destinatario del insulto, a menos que acompañemos la increpación verbal a golpe de claxon o de destellos de luces. Tampoco somos profesionales de la envidia, aunque ya dicen que la envidia es el deporte nacional; pero también aseguran que los oficiales del mismo oficio generalmente no se pueden ver entre sí.

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Lo que sí es cierto que existe una caterva de insultos en todos los idiomas, y en castellano los hay de lo más pintorescos, tanto que algunos de ellos nos dejan perplejos y a lo mejor hasta tenemos que buscar su significado. Pongamos ejemplos: «Abanto, adufe, andurriasmo, artabán, atarre, brasas, calambuco, caldúo, cenutrio, charrán, chirimbaina, escolimoso, filimincias, foligoso, fulastre, habahelá, maganto, manegueta, mangarrán, mangurrián, metijaco, mindundi, parguela, peterete, pitañoso, rastrapajo, sosco, tagarote, tolai, zamacuco, zamugo». Dieciocho de estos insultos no estaban ni siquiera en el diccionario de mi corrector y los he tenido que agregar. Otros insultos son más comunes y los conocemos todos, por ejemplo: «Alcornoque, alfeñique, bellaco, berzotas, besugo, botarate, cafre, capullo, cenizo, ceporro, chupóptero, cipote, cretino, energúmeno, fantoche, gaznápiro, gilipuertas, huevón, lameculos, majadero, malparido, meapilas, mentecato, palurdo, panoli, papanatas, pelagatos, pelele, sabandija, soplagaitas, tarugo, tragaldabas, zángano, zascandil, zopenco, zoquete». De estos no he tenido que agregar ni uno. Otros insultos, quizá más graciosos, se entienden aunque no los hayamos oído nunca; es el caso de: «Abrazafarolas, arrastracueros, bebecharcos, bocachancla, cabezaalberca, calientahielos, calzamonas, caracartón, chupacables, cierrabares, culopollo, giraesquinas, lamecharcos, metemuertos, morroestufa, pasmasuegras, peinabombillas, rebañasandías, ríeleches, tocapelotas, zampabollos, zurcefrenillos».