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De primeras parece que la obligación de reciclar bajo amenaza de multa resulta algo exagerado. Es lo que acaba de aprobar el Ayuntamiento de Ciutadella en su nueva ordenanza de limpieza y gestión de residuos, con el apoyo de todos los grupos políticos. Pero si lo piensas bien, en lo que a limpieza se refiere, es triste pero solo funcionamos así, con estímulos punitivos léase sanciones que van modificando los malos hábitos. Pocos dueños de mascotas salen ya hoy día sin sus correspondientes bolsitas en el bolsillo para recoger las deposiciones; es raro ver lanzar latas vacías por la ventanilla del coche o tirar un sofá viejo en un arcén. Claro que sigue habiendo quien se fuma las normas y hace lo que le viene en gana, pero la denuncia y correspondiente multa seguro hará que se lo piense dos veces antes de repetir.

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La ordenanza que estrena Ciutadella es completa y en mi opinión positiva. Abarca sanciones para las acciones incívicas digamos clásicas, como no recoger excrementos de mascotas, escupir y orinar en la vía pública, lanzar colillas, cáscaras, botellas y otras basuras, y prohíbe limpiar o hacer cambios de aceite y líquidos a cualquier vehículo, también barcos, en la calle; pero además introduce la novedad de perseguir la gamberrada de moda: las pintadas, con multas de 500 euros y el coste de limpiarlas cuando ensucien edificios, espacios urbanos, o cualquier elemento del municipio. Sin duda lo más llamativo es el objetivo de que los ciudadanos se tomen la separación de residuos en serio, para facilitar la recogida selectiva y el posterior reciclaje. Es una manera más de concienciar y avanzar para resolver un problema global muy grave: la invasión plástica crece, la isla que flota en el Pacífico con todos esos restos, conocida como el Gran Parche de Basura, es ya tan grande como Francia, Alemania y España juntas, según un mapeo realizado por un equipo internacional de investigadores. Pero no solo el ciudadano debe actuar, debería prohibirse por ejemplo a las cadenas de distribución alimentaria que usen envoltorios y bolsas de plástico para todo; su abuso llega a lo ridículo: un pepino solitario o fruta pelada y troceada. La comodidad acabará matándonos.