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Advierte, pícaro, Emili de Balanzó, trasunto de Cris Robert, un ciudadano anónimo residente en Maó convertido en sagaz investigador circunstancial, que "la mayoría de los personajes de esta narración son tan reales que nunca han existido".

Todos los protagonistas de "Del color dels ocells", la primera obra de ficción que publica Balanzó, existieron alguna vez, a pesar del espejo de su irrealidad. Son personajes que forman parte del paisaje y el paisanaje de la Menorca de los años 90.

Porque los hechos, las circunstancias, las conversaciones y las coincidencias nos resultan tan familiares y naturales que nos conducen a la evidencia de aquello que, si lo hubiera sabido, habría podido suceder en el American Bar, la rectoría de Santa Maria, la tertulia de Can Dineret, los chalés de Cala Llonga, la "botigueta de n'Ita", la oficina de La Caixa en S'Arravaleta o el Geriátrico de Vives Llull. Todos estos espacios locales configuran el Macondo particular, el lugar de todas las cosas de Emili de Balanzó que nos desvela su naturaleza tan polifacética como perspicaz y observadora.

Quien ha sido gerente del Foment del Turisme, concejal de Maó, promotor de la Enciclopèdia de Menorca y hoy forma parte de la primera Sindicatura de Greuges de la Isla ha redactado un texto -que navega entre lo novelesco y lo periodístico- de lectura amena, construido con eficaz carpintería literaria, que atrapa al lector menorquín desde el primer momento. El dramatis personae es el resultado de mucha psicología, siempre en clave menorquina, y el conocimiento profundo de la sociedad local.

Interesa tanto lo que cuenta como aquello que Balanzó no explica, pero los intuimos a medida que avanza la acción y encajan las piezas de la muerte inesperada de Nito Fullana. Envidias, infidelidades, intereses, resentimientos, traiciones y miserias también ilusiones y esperanzas. Y muchos guiños que nos hacen sonreír y evocar.