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La interpretación de frases y conceptos siempre ha sido una cuestión difícil. Para cada uno de nosotros un sistema de referencia en el que nos situamos y que siempre suele funcionar en nuestro beneficio. La historia de las diversas interpretaciones bíblicas es un buen ejemplo de cómo funcionan estas cosas.

Un ejemplo que siempre me sorprende es que el primer mandamiento que Dios da a los hombres en el Génesis es «creced, multiplicaos y poblad la Tierra» y van los curas y se quedan solteros.

Recientemente ha habido un incidente en el Congreso de Estados Unidos en que se ha visto que ciertas interpretaciones molestan. El presidente del Congreso hizo gestiones para despedir al capellán de la Casa de Representantes. Sí, a pesar de ser un gobierno el americano que se supone laico, hay capellán del Congreso. Ahora el capellán es un jesuita, el Rev. Patrick Conroy.

En la oración antes de empezar la sesión del Congreso sobre la nueva ley de impuestos, el capellán dijo: «Que todos los miembros se recuerden que las instituciones y estructuras de nuestra gran nación garantizan las oportunidades que han permitido a algunos conseguir grandes éxitos, mientras otros continúan luchando» y siguió «que sus esfuerzos ahora garanticen que no haya ganadores y perdedores en la nueva ley de impuestos, sino beneficios equilibrados y compartidos por todos los americanos».

Esa oración no gusto nada a Paul Ryan y la consideró una intervención en la política. A través de sus ayudantes presionó al capellán a que dimitiera. Hubiera sido la primera vez que esto sucede. El capellán se resistió y al final se firmaron las paces.

¿Cuál era el problema? La interpretación de ser cristiano. La nueva corriente protestante que afirma que según la Biblia, Dios da a cada uno lo que se merece. Los ricos son ricos porque se lo merecen y los pobres igualmente. Para mí esta interpretación es un gran ejemplo de hasta qué punto se pueden distorsionar las ideas.

En España hemos vivido esta temporada otro problema de interpretación que no es bíblico pero sí inaudito. Es el concepto de violencia sobre el que parece hay gran desacuerdo. Yo creía que es uno de los conceptos más claros, pero no parece ser así.

Hace poco oímos al ministro del Interior decir que pitar al himno nacional es un acto de violencia y el llevar camisetas amarillas a un partido de fútbol era incitar a la violencia. Interpretaciones para mí muy curiosas de lo que es violencia. También hemos visto que algunos jueces concluyen que el promover el referendum del 1 de octubre pasado fue un acto de violencia y que los que fueron a votar promovieron actos violentos.

Los que vimos los vídeos del 1 de octubre nos puede haber sorprendido estas afirmaciones. Sí parece que hubo violencia, pero no parecía que fueran los que iban a votar los violentos.

Todo lo que nos comunicaba aquellos días el gobierno y los jueces es que la violencia puede ser cualquier cosa que a ellos no les gusta y que mejor ir con cuidado cuando uno pasea por la calle.

Pero de pronto todo parece cambiar. De pronto tres jueces no ven violencia en lo que hizo la llamada manada en el día de San Fermín. El ataque a la víctima de aquella despreciable fechoría no fue un acto de violencia, para dos jueces fue solo abuso para el tercero fue jolgorio. Es posible que si los miembros de la manada llevaran camisetas amarillas, los jueces hubieran visto violencia.

Ha habido muchos casos ya en que la definición de violencia parece que depende más de quiénes están involucrados que de los actos cometidos. Todo eso me parece que indica que no depende de cómo está escrita la ley sino de quienes la interpretan. A pesar de la multitud de ataques que han sufrido las mujeres y las muertes resultantes aún no parece que las instituciones respondan adecuadamente. Son las mentalidades que tienen que cambiar y quienes están en las más altas instituciones del Estado no debieran usar las interpretaciones para sus fines políticos.

¿Qué es violencia?