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No acabamos de tener las cosas claras a la hora de transitar con el resto de la ciudadanía, la manada, la urbe, el gentío, el paisanaje. Vamos a lo nuestro, mayormente al sol que más calienta, arrimando con descaro el ascua a nuestra sardina. Tenemos muy aprendido como colocar nuestras sardinas al espetón y luego fingimos como si no estuviéramos hechos para deshonrarnos nosotros mismos. Si se tercia, no vacilamos en apropiarnos de lo que no nos pertenece. Hemos aprendido que es mentira la aseveración que gratuitamente asegura que la cara es el espejo del alma. Si eso fuera cierto, muchos y muchas, cuando se mirasen en un espejo, si en vez de verse la cara se viera la conciencia, no se reconocerían.

DICEN QUIENES lo saben que Pilatos para librarse de la bajeza moral que iba a cometer, se lavó las manos, se equivocó, porque lo que tenía sucio no eran las manos, sino la conciencia.

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Más cerca a los tiempos que vivimos, otros Pilatos y por otras causas, buscan asear su conciencia fabricándose sus propias excusas, sus turbios eufemismos hasta convencerse de que nos han hecho nada punible cuando van rebozados de mezquindad por no querer decir de mierda hasta las orejas. Ni lo saben ni lo quieren saber pero su calidad humana es igual que una zahúrda rescatada de un albañal.

Cuando se pierde la vergüenza, la conciencia la maneja el egoísmo y este es el combustible que aniquila la posibilidad de morir con el honor con el que todos nacemos.

ES VERDAD que hay oficios más propensos que otros a la hora de dejarse el honor y la vergüenza por el camino, también hay gente convencida de que el cargo que desempeñan permite que todo lo que hacen sea lícito. Para eso usan el disfraz oportuno, la performance camufladora de su execrable ineptitud. Otros, que no tienen que tomar decisiones que pongan a prueba sus calidad humana, es decir, que la vida no les pone a prueba ni para bien ni para mal, a pesar de eso, muestran su cara más mezquina, no conformándose con lo que tienen, anhelando lo que no les pertenece. Estúpida forma de hipotecar su dignidad de por vida. No somos conscientes del escaso tiempo de vida que se nos concede para ser personas honorables. De ordinario nos comportamos como si fuéramos a estar en este mundo eternamente. Qué estúpida forma de perder lo único que realmente vale la pena. Nadie nace mezquino pero es increíble la cantidad de gente que muere así.