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La sentencia del caso Gürtel marca un antes y un después. El manejo de los tiempos de Rajoy, que tantas veces le ha salvado y ha sido clave de que esté donde está, no parece que sea suficiente ahora. Tampoco la carrerilla con la que amenizaba el tiempo de espera. En democracias más maduras, como la británica, el primer ministro dimitió nada más conocer el resultado del brexit y el relevo por la señora May se hizo con normalidad. ¿Por qué cuesta tanto asumir responsabilidades en este país desde la ejemplar marcha del ministro socialista Antoni Asunción cuando se fugó aquel pájaro llamado Luis Roldán?

Como no se ha ido, habrá que echarle. Esa ha sido la motivación -más oportunista que oportuna- de la moción de censura presentada por Pedro Sánchez, la antítesis de Rajoy en el manejo del tempus de la política. No hay otra salida a la crisis institucional que ha provocado el veredicto contra la trama de corrupción forjada en los tiempos de Aznar. Esa es la estéril excusa del PP, que es de tiempos pasados y que no afecta al gobierno actual, salvo por la cabeza, Rajoy es justamente la 'correa' que une ambas etapas y les da continuidad.

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Quizá la moción fracase porque una cosa es echar al gobierno y otra contar con votos suficientes para conformar una mayoría diferente. La moción de censura va a ser en el fondo una cuestión de confianza entre el que quieren echar y el que se autopropone para ocupar el sitio con la promesa de convocar elecciones en un tiempo indeterminado, en unos meses, ha dicho. Quizás cuando llegue la sentencia de los ERE andaluces y se vea obligado a aplicar coherencia.

El escenario deja la decisión en manos del grupo vasco, que se ha convertido en decisivo para apoyar los presupuestos de Rajoy del 75 %, ahora en el aire, y en determinante para que prospere la moción de Sánchez. Los vascos son pocos pero cobran más.