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La desconexión digital es el derecho de los trabajadores a no recibir llamadas ni mensajes de móvil fuera del horario laboral. Vamos, es el derecho a que te dejen en paz de toda la vida, cuando ya has cumplido con tus obligaciones, has hecho las horas correspondientes y toca tumbarse en el sofá, hablar con tus hijos y tu pareja o en su defecto con la mascota o simplemente, existir en paz, sin hablar con nadie y disfrutar del tiempo y del silencio. Antes no era complicado. Con un teléfono fijo, lo que no se hubiera planificado o comunicado en la oficina, tenía que esperar. Eran tiempos en los que era más fácil esquivar, ignorar las llamadas inoportunas; ahora con la tecnología parece que estamos en la obligación de responder a todo, de enterarnos de todo, porque alguien nos ha visto en línea; el doble check o las rayitas delatoras del Whatsapp indican que tu teléfono está operativo, si sale el tono azul, ajá, no puedes escapar, lo has leído. Ese hilo que nos mantiene hiperconectados, que genera dependencia gustosa en muchos, para otros es una amargura. La empresa Ikea se ha avanzado al reconocer el derecho de sus empleados a ignorar las llamadas de sus jefes fuera del horario laboral; el preacuerdo con los sindicatos incluye el derecho a no contestar e-mails o 'whatsapps'. Suena a gloria y además seguro que es beneficioso para la salud y para rendir más de vuelta al trabajo.

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Pero hay que reconocer que no solo son los jefes los que impiden la desconexión digital, algunas personas tampoco captan el mensaje del 'día libre' y siguen con el bombardeo. En materia de descanso, solo les importa el suyo. La firma sueca da un paso adelante. Francia aplica el derecho a la desconexión digital desde enero de 2017 a través de la negociación colectiva, y España, que también ese año empezó a barajar una regulación al respecto, no debería desistir. Es la manera de adaptarse a la nueva realidad y de tener gente motivada y no quemada.