TW
0

Sostuvo, con acierto, Joaquim Coello que el PIB no vale para medir el crecimiento del bienestar. El indicador que necesitamos, y del que carecemos, es la renta disponible per cápita; un dato relevante que daba a conocer el Servicio de Estudios del BBVA, pero que dejó de publicar a partir del 2014. Este es uno de los indicadores, desagregado por islas, que deberíamos conocer para acotar el debate, saber dónde estamos y hacia dónde vamos. Efectivamente, Menorca y Eivissa, además de dos islas, lo que significa dos mundos, son dos relatos históricos, económicos y sociales distintos. No ha de mirarse Menorca en el espejo de la Pitiusa mayor -allí donde «el ojo del amo engorda al caballo», Guillem López Casasnos dixit-.

Cada una de las islas crece a velocidades diferentes, tal como explica «El Económico» en su última edición: «Las Balears de las tres velocidades. El archipiélago, con un incremento del PIB del 3,8 por ciento en 2017, no consigue homogeneizar el crecimiento, con las Pitïuses a la cabeza y Menorca rezagada», pero lo fácil es quedarse en la portada y no profundizar. Después alzamos la voz para reivindicar que el PIB de Menorca -valores absolutos agregados- experimentó un crecimiento del 3 por ciento el 2017 y denunciar «grupos de presión» cuyo análisis no coincide con la interpretación oficial de quienes nos ofrecen su valoración desde el ejercicio de la función pública. ¿Qué ha impacto ha tenido este aumento del 3 por ciento en términos de bienestar de los menorquines? Desconocemos cuál es nuestra renta disponible mientras nos empobrecemos, perdemos aquella iniciativa emprendedora que caracterizó la Menorca manufacturera e industrial, y la famosa 'via menorquina' ha dado pasado a un modelo estacional. En octubre cierran la mayoría de establecimientos porque la facturación cae en picado. Resistiremos la tramontana hasta abril, cuando arranca la temporada. Y en agosto volverán para darnos lecciones de economía.