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Mira que tendemos al mal pensar y a criticar por criticar. Vemos cosas absurdas a nuestro alrededor, de acuerdo; detectamos incongruencias en el proceder de nuestros administradores, vale; constatamos agravios comparativos por doquier, sí, pero quizás todo ello se deba a que no sabemos descifrar el misterio que envuelve la cosa pública y por ende no apreciamos la sutil belleza que encierran estas paradojas.

En mi lugar preferido para nadar y relajarme por la mañana (antes de afrontar la vida real) hay una casa apuntalada que amenaza ruina. He sabido por vecinos de la zona que esta casa fue comprada por un incauto que pretendía reformarla con la peregrina ilusión de habitarla. Los permisos nunca llegaron. La casa se deteriora hasta la ruina actual. Esto parece injusto, absurdo, un despropósito absoluto, máxime porque la casa apuntalada es ahora un peligro real para los bañistas que se acercan a la zona.

En definitiva: no se entiende. Pero, tampoco entendemos la teoría de cuerdas en la física cuántica y no por ello albergamos suspicacias sobre ella.

Algunos discípulos de Iker Jiménez sostienen sin embargo que existe un secreto departamento de ruinas y lucro cesante en el que se tramitan (se transforman en bruma) de forma colegiada (hay infiltrados de Ayuntamientos, Costas, Consell etc..) los expedientes susceptibles de generar precisamente estos dos valiosos subproductos, injustamente infravalorados:

1.- La ruina. (Léase Rocamar, Miramar, antígua llangostera, isla del Rey -felizmente rescatada in extremis por un voluntariado tenaz - cuarteles varios, quién sabe si el Lazareto en un futuro no lejano, esculturas de esqueletos de pasos elevados en la general, desaladoras, hospitales en desuso....)

2.- El lucro cesante. Esto es, el cash que se ha dejado de generar al haber ralentizado hasta el extremo toda iniciativa tendente a dar un futuro viable a todas estas estructuras, posibilitando para ellas un nuevo uso. También podríamos añadir el lucro cesante generado por la graciosa decisión de descoyuntar el alquiler vacacional, perdiéndose por ello ingresos para los propietarios, para la hacienda pública, los vendedores de equipamientos, mobiliario, servicios de limpieza y mantenimiento, alquiler de coches, restaurantes, tiendas y museos, etc.

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Fíjate que se me acaba de ocurrir que algunos de estos edificios de titularidad pública podrían servir para generar vivienda social que balanceara el posible incremento del precio de los alquileres en caso de permitir el alquiler vacacional sin las estrecheces a que lo somete la actual (y azarosa) zoonificación.

Pero volvamos a la escuela Iker: aún pareciendo a nuestros ojos (caso de existir tal entidad secreta), algo contraproducente el efecto de su actividad, debemos pensar que todo se hace por nuestro bien. De eso no cabe duda.

Del electrón no podemos saber su localización exacta. De las cosas de palacio bástenos saber que van despacio (excepto las licencias para discotecas en zona residencial) y que por algo se harán como se hacen.

Por ejemplo: la experiencia con la discoteca «Si» nos enseñó que los vecinos pueden sufrir un verdadero calvario, pasando noches insomnes, llamando una y otra vez a la policía, sorteando vómitos y peleas. Es plausible pensar que las nuevas licencias que se otorguen en zonas residenciales nos enseñen nuevos hitos que ahora no podemos imaginar. ¿Ven como todo se hace por nuestro bien?

Incluso puede que la campaña de verano que realiza Hidrobal dándonos a los vecinos del Puerto de Mahón la ocasión de conocer de primera mano el aroma de las cloacas que dicha compañía gestiona, no sea sino una manera de hacerse más humana a nuestros ojos, estrechar la distancia que separa al distribuidor del consumidor.

Tanto si existe un departamento secreto como si no, debemos tener fe en nuestros administradores: saben bien lo que se hacen, y si no, no tiene demasiada importancia, ya que sus honorarios no están ligados a su productividad, de manera que nada han de temer por ese lado.

Están las urnas, eso sí, pero tampoco es demasiado preocupante: la gente suele tragar bastante.