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Médico, filósofo y empresario, Víctor Madera -que ahora está volando en dirección a Australia- afirma, con mucha razón, que "para entender la legislación balear se necesita un máster".

Alude el presidente del grupo Quirón a la extrema complejidad y al gran número de normativas, leyes, planes y reglamentos que son de obligada aplicación para desarrollar cualquier proyecto en el archipiélago. Pero lo preocupante ya no es el volumen legislativo, que aumenta y se modifica cada año, como ya advirtió el arquitecto Antonio Vivó de Salort en el Foro Isla del Rey del 2017, sino las interpretaciones que hacen los técnicos -algunos funcionarios y otros contratados- y también ciertos políticos.

Víctor Madera, seducido por la densidad de historia, los contrastes del paisaje y el patrimonio histórico-artístico de Menorca, lleva más de dos años descubriendo esta isla, a la que regresa siempre después de sus trayectos a Asturias y Londres. En esta tierra menorquina busca la armonía molecular. Empeñado en la recuperación de enclaves singulares como Sa Torre del Ram y la restauración de Can Squella, visita, siempre con discreción y sin prisa, otras fincas, acompañado por Mónica Pons Morales.

Propietario de siete llocs cuya superficie supera, en conjunto, las 1.200 hectáreas, y también de la Illa den Colom, Víctor Madera no comprende como algunos trámites burocráticos se retrasan más de dos años en las instituciones de Menorca. Del Ayuntamiento al Consell, del Consell insular a la Comisión Balear de Medio Ambiente. Tiro porque me toca y vuelta a empezar.

Además de tener uno de los porcentajes de territorio protegido más altos de España, somos una isla cuyas administraciones se caracterizan por la ineficacia, la falta de agilidad y la trampa de las interpretaciones legales. Un problema crónico que ya sufrieron Eduardo Chillida y Richard Brason. Los dos se marcharon. Víctor Madera, luchador nato, mantiene su compromiso.