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Aunque no soy muy futbolero, como era un mundial vi prácticamente todos los partidos y he sacado alguna conclusión, aunque nada me ha llamado tanto la atención como ver a los jugadores llenos de tatuajes, en la mayoría de los casos sin que esta sea la hora de poder saber qué coño representaban, lo que para mí no era otra cosa que unos brazos y piernas absurdamente teñidos de negro, sin conseguir las más de las veces apreciar una figura, un recuerdo concreto, una dedicatoria, un sentimiento, lo que fuera que me dijera algo porque lo único que se me alcanzaba era que la mayoría de los pintarrajeados parecían venir de estrangular calamares. En el mundo deportivo, especialmente entre futbolistas y luchadores de lucha libre, el «culo veo, culo quiero» ha hecho furor.

Dicen que está de moda. Yo pienso que es falta de personalidad. Y si entre los hombres me parece un monumento al mal gusto, entre mujeres es el antídoto contra la más elemental de las estéticas.

De seguir por esa trocha tampoco me va a sorprender que cualquier día algunos padres no acaben por llevar a tatuar a sus retoños. ¿Ustedes se imaginan a una criatura con un brazo tal que si le hubiera dado una necrosis?

Algunos jugadores de fútbol ya no les queda un espacio del cuerpo que se haya librado a ese homenaje del «y yo más». ¡Qué brazos, qué dorsos, que piernas, qué glúteos, qué pecho, qué cuello, qué mierda! Desde mi óptica.

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Cuando algunos y algunas lleguen a viejos y vean entre sus flácidas carnes y colganderos pellejos todo el bagaje de tatuajes sin ton ni son, a poco que les quede algo de buen gusto, quizá sólo les quede una expresión gráfica para poder decirse a sí mismos ¡manda huevos!

Este año, en algunas de las mejores playas gaditanas, he visto algún que otro tatuaje con un evidente buen gusto, aunque lo que predominaba eran los brazos embadurnados vaya usted a saber de qué tinta, sin que se apreciara aun estando tan cerca como a un metro, la nitidez del detalle, alguna figura que justificase el desastroso homenaje a la más hortera vulgaridad.

Otro detalle del «culo veo, culo quiero» han sido los cortes de pelo en los jugadores del mundial que luego han pasado a copiar una juventud imitadora que en algunos casos no estoy seguro si dan risa o dan pena, pero desde luego no les favorece lo más mínimo y tampoco puedo estar de acuerdo en lo que algunos afirman para justificar todo eso; «es cosa de jóvenes». Yo nunca he creído que la juventud sea tonta o que no tenga buen gusto por eso me cuesta tanto comprender ese afán de copiar tanta vulgaridad.

El movimiento hippy no cayó nunca en este tipo de cosas. Cuando la moda de tatuarse a lo bestia pase, tras de sí dejará una generación de un aspecto inconfundiblemente vulgar.

No hace mucho estuve en un hospital. En la habitación del amigo que fui a ver había un tatuado que había tenido un accidente. De verdad que daba pena verlo, pero no era por su accidente.