TW

Todo empezó con el presunto máster de Cristina Cifuentes, la expresidenta de la Comunidad de Madrid, que abrió la caja de los truenos y ahora imagino que debe disfrutar con el bochornoso espectáculo que están dando otros políticos a cuenta de las titulaciones universitarias. Aunque tampoco ella fue la primera, si miramos hacia atrás, a los 80 y 90, el primer jeta de la democracia en inventarse el curriculum fue Luis Roldán, quien fuera director general de la Guardia Civil, más tarde fugado de la justicia, y que se presentaba como ingeniero industrial sin haber acabado el bachillerato. La sorpresa fue generalizada ante cómo alguien pudo sostener la trola y llegar a ocupar un alto cargo adornando aquí y allá sus logros académicos. Bastantes años después, lo de inflar titulaciones y conocimientos parece que se ha convertido en práctica habitual. Hay compra-venta de trabajos en internet, convalidaciones extraordinarias, ‘corta y pegas’ en tesis doctorales y chiringuitos en ciertas universidades que lo apañan todo. Mientras tanto estudiantes honrados, que se dejan las pestañas estudiando y documentándose, o peor aún, otros muchos que quisieran hacerlo pero no pueden pagarlo y nadie les da una beca, asisten atónitos al espectáculo. Creo que su enfado está más que justificado.

Noticias relacionadas

Las universidades están obligadas a recuperar su buen nombre, no puede ser que el chanchullo de algunos eche por tierra el esfuerzo y la inversión de todos los demás, como ocurre ahora con el deterioro de la imagen de la ‘Rey Juan Carlos’. El desprestigio no puede extenderse como una mancha de aceite por los alumnos e investigadores de esa ni de otras universidades españolas. Por eso la decisión de la Universidad balear de aplicar un programa informático antiplagios a las tesis doctorales es muy correcta, se busca al copión, no al que se inspira en otros autores, algo normal.

Aquí no caben los aprovechados ocupen el cargo que ocupen. Aunque deberían hacérselo mirar, porque se están engañando a sí mismos.