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Finaliza una de las pruebas piloto de transporte público a las playas naturales, la línea de autobús a Macarella, con una media de 47.000 usuarios en cinco meses de funcionamiento. Todavía está en marcha el servicio de autobús hacia otras playas paradisiacas, estas del municipio de Maó, las de Presili y Tortuga en la zona de Favàritx, que acabará el día 31. Se aguarda con verdadero interés el balance de pasajeros de estos dos últimos meses en dicha ruta, de la que no se conocen datos desde agosto. En el bus a Macarella la gran mayoría de los usuarios se han registrado en julio y agosto; menos de un 4 por ciento de los billetes se vendieron en la segunda quincena de mayo y en los 15 días de octubre que se ha mantenido operativo.

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La experiencia ha sido positiva, se ha permitido llegar a esta playa a personas que no tenían vehículo privado –un 23 por ciento según la encuesta de la empresa–, y se ha acabado con el colapso de coches, evitando situaciones peligrosas como la vivida recientemente en Cala en Turqueta, cuando una evacuación sanitaria peligró precisamente por el embotellamiento en el camino. La reflexión que hace el gerente de la empresa que ha operado en Macarella creo que es compartida por muchos residentes: el servicio es sobre todo útil en los meses de pleno verano, pero empezar en mayo y aún peor, alargarlo hasta octubre –todo el mes en la ruta a Favàritx, que opera Autos Fornells–, es excesivo. La demanda no parece que lo justifique.

En el caso de las playas de Favàritx se ha constatado que los pasajeros habituales de la línea son turistas, prácticamente no hay menorquines. Poco habituados a la rigidez de los horarios de autobús para ir a la playa, muchos aguardaban a poder acceder libremente en sus vehículos al inicio del otoño, pero se les han hurtado esos días ya sin aglomeraciones. Cuando puedan ir a su aire ya poco apetecerá tumbarse en la arena o nadar.