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El anuario de la juventud de Balears 2018 ha puesto de manifiesto una realidad preocupante: el inicio del consumo de pornografía a edades cada vez más tempranas, niños y niñas –porque de 8 a 12 años aún no se puede hablar de jóvenes–, que tienen en su mano, a través de móviles e internet, posibilidades infinitas e incontrolables por padres y maestros y que antes no existían. A los 8 años se encuentran a veces sin querer con esa información, a los 12, según uno de los artículos del anuario dedicado a la ‘nueva pornografía’ ya están buscando ese material. El informe es una radiografía muy completa de la población joven de las islas, en Menorca los que tienen entre 15 y 29 años representan un 16 por ciento del total de habitantes, no pesan tanto como otros grupos de edad, sus intereses son dispersos, muchos miran hacia fuera y desean salir, para estudiar, viajar y experimentar. En 10 años ha aumentado un 171 por ciento el número de jóvenes menorquines que viven en el extranjero. Eso no es malo, si se logra que en un tiempo regresen y el esfuerzo e inversión colectivos retornen para contribuir al futuro.

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La tasa de abandono escolar se sitúa de manera preocupante a la cabeza de las comunidades españolas, con un 26,5 por ciento frente al 18 nacional; la parte positiva es que en Balears hay más ocupación, la negativa es que un 20 por ciento de esos jóvenes que deja de estudiar afirma hacerlo por necesidad económica, y eso es algo que no se puede consentir, de nuevo la política de becas falla. Más allá del dato llamativo del aprendizaje del sexo, que exige replantearse campañas de educación así como el uso del móvil, los jóvenes manifiestan otras preocupaciones vitales: la situación económica y el trabajo, porque muchos quieren independizarse y no pueden, condenados a ser Peter Pan hasta la treintena. Aún así valoran la familia, la salud, los amigos y la libertad. No todo es insatisfacción, ni están tan faltos de valores, pero sí requieren nuevas estrategias y mucha atención.