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Hace algunos años el director teatral Miquel Pau Fullana me preguntó si sería capaz de escribirle una obra de teatro que tuviera tres personajes, hablara de la crisis y se desarrollara en una azotea. Esto quiere decir que hace algunos años existía una crisis que me temo que aún no ha terminado. Crisis puede haberlas de muchos tipos: crisis como consecuencia de un cambio profundo en una situación, crisis por agravamiento de una enfermedad, crisis por una situación difícil, o bien crisis por reducción de crecimiento de una economía, que era la que aducía el director teatral. Recuerdo que en 1973 la gente decía que se vendía menos a causa de la crisis de petróleo. Muchos pensaban que iba a durar poco, que volverían los felices sesenta, pero parece ser que eso era más bien un espejismo. Numerosos trabajadores han tenido que copar con la crisis durante toda su vida laboral, y se la han dejado en herencia a sus sucesores.

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En octubre de 1929 la economía de los Estados Unidos se quebró y se produjo una crisis que se llamó la Gran Depresión. Tras el lapso de la Segunda Guerra Mundial y la euforia de los sesenta, sobrevino la mencionada crisis del petróleo del 73, y pese a que a la llegada de los años ochenta se vivió un periodo de relativa prosperidad, con la bajada de los precios del petróleo y la devaluación del dólar, una espectacular caída de la Bolsa de Nueva York en 1987, durante el que se llamó Lunes Negro, hizo temer otra gran depresión. Entonces saltó la España de la «burbuja inmobiliaria». El crédito destinado a financiar actividades ligadas a la construcción y a la promoción de vivienda aumentó en España de modo espectacular desde la creación de la moneda única, un proceso que culminó en 2007, con las sobrecogedoras anomalías del mercado de hipotecas norteamericano. Ciertos estados miembros destacados de la Eurozona, como Alemania, experimentaron evoluciones equilibradas en precios y créditos, y pudieron evitar el estallido de una burbuja financiera internacional. Pero la crisis prestamista se transformó irremisiblemente en económica en España, Grecia o Irlanda. En España, cuando el sector de la construcción desapareció, las entidades financieras apostaron por desactivar toda opción de recuperación y transformación industrial, y trasladaron parte de su actividad financiera más allá de las fronteras europeas. Pero eso no ahorró la crisis al ciudadano de a pie, al españolito que vienes al mundo te guarde Dios, que sigue bregando con la crisis.