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Lo estamos viendo en el culebrón de la reforma de la carretera general, querer no siempre es poder, y cuando ostentas el poder, no es fácil deshacer lo que criticabas cuando eras oposición ni cumplir lo prometido en campaña: te chocas con el muro de la realidad y de la tecnocracia. Saltarse informes, vinculantes o no, y estampar tu firma en proyectos a lo ‘kamikaze’ es exigir mucho a una clase política a la que al mismo tiempo le pedimos máximo rigor en la gestión de lo público. La carretera está algo así como maldita, ni el PP ejecutó el proyecto que quería y para el cual le votaron ni ahora la izquierda tiene claro que pueda cumplir el compromiso con su electorado. Puentes sí o no, lo que está claro es que los políticos se encuentran muchas veces más maniatados de lo que parece.

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Hace meses que el Ayuntamiento de Maó aguarda otro informe, de Ordenación del Territorio del Consell. Es el último necesario para aprobar de forma definitiva el Plan de la Illa del Rei; el plan a su vez es necesario para ordenar los usos en la isla y para que vea la luz un proyecto que supone una inversión millonaria y estimularía sin duda la vida cultural y económica del municipio: el centro de arte que quieren impulsar los galeristas internacionales Hauser & Wirth.

Pero el informe no llega y pleno tras pleno el gobierno municipal atrasa la decisión de aprobar el plan. Aunque el informe no sea vinculante y se pueda hacer valer el silencio administrativo positivo como vía alternativa, el Ayuntamiento aún no se pronuncia. La experiencia y la prudencia aconsejan tener todo atado y bien atado, nadie quiere aterrizar y gastar dinero si existe la más mínima duda. Por acción o por omisión, una inversión elevada y puestos de trabajo están en juego, porque la burocracia es una carrera de obstáculos que muchos inversores abandonan, la meta no se ve nunca.Y los políticos tampoco están en condiciones de decidir. Al final los que gobiernan son los tecnócratas, que tampoco son neutrales, tienen su ideología.