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La palabra Navidad viene de Nativitas, en latín, que significa nacimiento. Lo curioso es que la Navidad, que celebra el nacimiento de Jesucristo el 25 de diciembre, fue una fecha establecida por los obispos hacia el año 345 después de Cristo, por influencia de San Juan Crisóstomo y San Gregorio Nacianceno. Algunos dicen que Jesucristo nació en realidad en primavera, con lo que en lugar de ser Capricornio sería Aries o Tauro. Lo cierto es que la fecha del 25 de diciembre no se menciona en la Biblia. Tampoco aparecen nunca ángeles cantando; se conoce que, para que no los caparan como a los castrati, los ángeles se abstenían de cantar, pese a lo manido de la expresión «voces angelicales». (Ustedes ya saben que se llamaba castrato –plural: castrati- al niño sometido a una castración para conservar su voz de soprano, mezzo-soprano o contralto). El 25 de diciembre tenían lugar las Saturnales, fiestas paganas que honraban al dios Saturno y se celebraban con regalos, banquetes y sacrificios, coincidiendo con el solsticio de invierno. Parece ser que los alemanes fueron los primeros en poner ‘árboles de Navidad’ en sus hogares y decorarlos con galletas, velas y manzanas. Posteriormente, se añadieron las luces, las bolas, la estrella y los lazos, que representan la unión entre las familias. La estrella, por cierto, parece originaria de Filipinas, donde se ponen antorchas en forma de estrella de cinco puntas a la entrada de los hogares. Santa Claus es una figura debida a escritores y artistas, a la que un dibujante, Thomas Nast, añadió barba en el siglo XIX. En tiempos –antes del cambio climático- , nevaba con frecuencia en Londres, y Charles Dickens trasladó sus recuerdos de los crudos inviernos de su niñez a la obra «Cuento de Navidad», y se adjudicó el mito de las navidades blancas. Por cierto que la canción «White Christmas» de Irving Berlin es la más vendida en la historia de la música, con más de 100 millones de copias. Ya saben: «Sueño con una blanca Navidad» con cada tarjeta de Navidad que escribo: «I’m dreaming of a White Christmas with every Christmas card I write...».

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Lo bueno debe de ser seguir soñando, porque la Navidad es eso, un tiempo en que la ilusión y la fantasía parecen posibles. Decoramos las calles, caemos en la tentación de los grandes montajes comerciales, nos reunimos con nuestros hijos, echamos de menos a nuestros padres simplemente por creer durante algunos días que es posible la felicidad y el buen entendimiento entre los hombres.