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Vox remueve los sentimientos de los ciudadanos y pesca por el hartazgo de muchos de ellos. Ante algunas de las propuestas que más calan, no hay nadie en los partidos tradicionales que salga a defender lo que se ha hecho hasta ahora. Una de sus propuestas es la de recentralizar España, anulando el Estado de las Autonomías. Más allà de la ideología nacionalista española y anticatalana, la opinión crítica con las autonomías encuentra quien la escuche porque los gobiernos no se han atrevido a llevar a cabo una reforma en serio de la administración, todo lo contrario, no ha parado de crecer la maraña de lo público: más personal y más funcionarios, más infraestructuras inútiles (el aeropuerto de Castellón ya ha llegado a los 5 vuelos a la semana), más servicios, más estudios, más legislación.

La buena idea de que una administración más próxima y con mayores capacidades mejoraría la vida de los ciudadanos, que en buena parte es cierta, se diluye por la imagen de una superestructura desproporcionada.

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Nadie se ha atrevido a avanzar en su reforma. Las conclusiones de la comisión nacional que se creó hace cuatro años no se han aplicado. Quizás habrían sido de corto alcance porque se partía de la premisa que el gasto de las administraciones públicas (45% del PIB nacional) era similar o inferior al de los grandes países europeos. En 30 años (1987-2017) se ha pasado de 1,8 millones de empleados públicos a 3 millones.

En Menorca se han dado pocos pasos para que los Ayuntamientos agrupen servicios. En lugar de trabajar para aplicar la lógica y la austeridad a la administración, se ha dado prioridad a convertir en funcionarios al personal interino. No se han corregido las duplicidades, por ejemplo, entre el Govern y el Consell de Mallorca.

Creo que para replicar a los extremistas habría que saber valorar lo positivo que se ha conseguido y ser muy exigentes con lo que se puede reformar para ser más eficaces.