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Hay cosas que siempre vuelven, el turrón por Navidad, Sant Joan en junio, la Liga en septiembre, los esclatassangs en octubre. Y los Presupuestos Generales del Estado a final de año, o comienzos si antes no ha habido forma de cuadrar los números, los de verdad, y los de los votos del Congreso para ser aprobados.

Históricamente, es ese un día de decepción, siempre llega poco dinero para esta comunidad, que figura a la cabeza en aportaciones a la Administración central y a la cola en el reparto.

No era por tanto Rajoy el que castigaba a los ciudadanos de este territorio. Con Pedro Sánchez nos ha ido peor, la única diferencia es que las duras críticas oídas en los años pasados contra el maligno inquilino de La Moncloa se han tornado silencio. No debe ser un problema de Madrid, sino de Balears, maltratada gobierne quien gobierne allí en el centro.

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Pero después de 40 años de estado descentralizado, el debate se ha quedado viejo y distorsionado. A la administración central le quedan cuatro competencias, no puede destinar más recusos porque luego encima no nos ponemos de acuerdo para gastarlos. No pienso necesariamente en la carretera general, pero es un buen ejemplo.

A quien hay que exigir es al gobierno de Francina Armengol, la gran protestona contra Rajoy. La Comunidad Autónoma es la que gestiona las áreas de principales inversiones, la que maneja el presupuesto correspondiente y la más rácana con Menorca hasta el punto de pedir financiación suplementaria a ayuntamientos y Consell. No estoy pensando en el Conservatorio, pero es un buen ejemplo.

Finalmente, este primer proyecto de Presupuestos y probablemente el último de Sánchez, es mero escaparate, una enumeración de las prioridades de su política, si pudiera llevarla a cabo, porque nada garantiza aún que vean la luz.