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No sé si el Plan Director Sectorial de Equipamientos Comerciales aprobado el lunes mejorará la calidad de vida ciudadana como se dijo, pero tengo la impresión de que llega tarde y de que la crisis del comercio no se arregla con planes tan pomposos. Y es una pena porque el comercio no solo es un negocio que ocupa a un colectivo importante de la población sino que es un elemento clave de la personalidad y estructura urbana.

El comercio de proximidad, ese que forma parte del paisaje y de la historia, ha ido a menos por la llegada de grandes superficies, la implantación de franquicias y comercios antes desconocidos y, sobre todo, la compra on line, que han modificado los hábitos del consumidor. Este es el que determina los cambios, el que decide y el que se guía por criterios que no recogen las alertas y planes para salvar nuestro querido comercio de barrio.

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Hasta ahora, visto el plan y algunas propuestas vigentes, la política sigue en el pasado, mientras el que compra se ha instalado en el futuro, el que desea comercios abiertos todo el día, como ya hacen los grandes núcleos de población, y todos los días del año. Limitar horarios y «prohibir» (todavía se usa esa palabra) abrir en domingo, por ejemplo, no favorece al comercio local y, sin embargo, dispara las compras por internet.

El mercado, el criterio primero de decisión, tampoco ayuda. Menorca no da para más, con una población estancada y pocas expectativas de crecimiento, no resulta atractiva. Lo que ganamos en calidad de vida con ese modelo lo perdemos en ese tipo de oportunidades.

Dos apuntes más, el puerto de Ciutadella se ha convertido en una terminal de venta extraordinaria de Mallorca, viajas, cargas el coche y vuelves. Y los billetes baratos animan todavía más a salir de compras. Y esto no se arregla con planes.