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Por mucho que cada vez más el cáncer tenga unas elevadas esperanzas de cura y recuperación, y que nombrar la enfermedad ya no sea el tabú de años atrás, su diagnóstico es un mazazo. Supongo que como cualquier otro tipo de dolencia grave que amenaza nuestra existencia, solo que es cierto que el cáncer nos cerca y acosa, todos tenemos familiares o amigos afectados. Ayer fue el Día Mundial contra el Cáncer y salieron a la luz nuevos datos, como que el número de casos sigue creciendo, a razón de un 12 por ciento, y que más de 277.000 españoles se enfrentarán a él este año, sobre todo por los malos hábitos de vida y no tanto por la genética. A los ya conocidos como el alcohol, el tabaquismo o el exceso de sol se suma también la obesidad, ya que cánceres asociados a este problema están aumentando entre adultos jóvenes.

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Pero algo que realmente estremece es que en lugar de preocuparte únicamente por salvar la vida y curarte, tengas que estar más preocupado de si podrás pagar las facturas, porque tras pasar por esa lucha la Seguridad Social te deniegue una incapacidad o ya no resultes útil laboralmente y te reciban con un «ánimo, sé positivo, estás despedido». Sobrevivir a una mastectomía, una leucemia o un cáncer de piel con una ayuda de 400 y pico euros al mes después de 25 años cotizados, por ejemplo. Tristísimo y...arriesgado, porque la enfermedad no perdona a nadie, más vale ponernos en el lugar del otro. Es este un problema, el del finiquito y el paro tras la radioterapia, que ya se está produciendo, la AECC en Menorca ha constatado algunos casos y se ha puesto manos a la obra para defender los derechos laborales de los pacientes a los que se discrimina por su enfermedad, con un profesional específico para asesorarles. Hay que cortar esas prácticas desde el principio y dar amparo sociolaboral a quien se reincorpora tras una enfermedad grave.