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Elecciones. Nueva/s campaña/s electoral/es. Y tiemblas... Porque temes que vuelvan a ser como las de siempre: cainitas, barriobajeras, sectarias... No les pedirías a los políticos la Luna, sino, simplemente, aquello que se exige, por ejemplo, a un profesor... No hablemos de titulaciones, que para ese oficio no son requeridas... Pero sí, por ejemplo, de una programación. Léase programa político. A la postre, la política solo consiste en dar respuesta a aquellas preguntas que se formulaban al verbo para identificar complementos. Empecemos por el qué... Qué piensa hacer el candidato... En ocasiones, simplemente, acatar la voz del partido... Pues, oiga, a la hora de votar, en ocasiones, sí, lo itero, tal vez sea mejor que usted no vote en el Congreso lo que le han dictado... Al docente se le exige, además, que especifique la manera de desarrollar la mencionada programación. Empezando por un «a quién/es» ira dirigida su labor. En este sentido los candidatos deberían caer en la cuenta de que son servidores del pueblo de quien emana su poder y no a la inversa. Y ya puestos, con atención preferente a los más desvalidos. Sin populismos. Sin racismos... Sin... Tantas y tantas cosas...

¿Con qué medios cuento? ¿Cuándo aplicaré tal o cual reforma? ¿Con qué metodología? ¿Haré o no algún seguimiento de lo hecho? ¿Estableceré alguna medida correctora si las cosas, ¡ay!, no cuadran con lo anhelado? ¿Seré capaz de apoyar al oponente si este formula alguna proposición sensata? ¿Daré preferencia, llegado el caso, a la conciencia antes que al mandato de la formación que me cobija?

No les pides la Luna... O tal vez sí...

Únicamente que, por ejemplo, no utilicen el insulto o la rabia, porque eso denota, simplemente, carencia de argumentos...

Que no utilicen a los inmigrantes, porque, lo fuimos, lo somos o llegaremos a serlo. Y, a la postre, este jodido mundo es de todos...

Que no se atribuyan la representatividad de una tierra, cuando nadie se la ha dado... Estoy hablando, sí, de Catalunya...

Que no utilicen las lenguas para separarnos o dividirnos, porque no fueron concebidas para eso, sino, más bien, para todo lo contrario...

Que no jueguen con nuestras bajas pasiones...

Que no recurran, una vez más, a una Guerra Civil que, por civil, perdimos todos...

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Que...

Y que no os tomen por tontos...

No les pides la Luna. Pero sí un poco de sentido común, un poco de sensibilidad...

¿Será posible? Y la pregunta –lo sabes- es retórica. Visto lo visto va a ser que no. Con una sociedad dividida, radicalizada, abiertos infinidad de frentes, las futuras campañas electorales no hacen presagiar nada bueno...

Ni las campañas electorales ni el paisaje que estas puedan dibujar...

Tal vez deberíamos analizar con seriedad a quién votar. Y excluir a aquellos que no hayan sido capaces de contestar a esas preguntas...

Pero, la verdad, a uno le dan ganas, ante la que se avecina, de coger un avión e irse a un recóndito lugar donde internet no exista, y pasar ese periodo electoral como ausente y regresar luego para contemplar, probablemente, más de lo mismo o todavía, incluso, un paisaje más desolador si cabe... Por lo menos te habrás evitado una retahíla de improperios, malos ejemplos, insultos varios y el penoso vacío de tantas y tantas ausencias: las de los argumentos...

En palabras de Woody Allen; «El mago hizo un gesto y desapareció el hambre, hizo otro gesto y desapareció la injusticia, hizo otro gesto y se acabó la guerra. El político hizo un gesto y desapreció el mago».

Esperemos, pues, que los políticos ejerzan de magos y que sus gestos, como los de este, se traduzcan en hechos...