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La vida es una sucesión de elecciones. Nunca mejor dicho. Hay decisiones banales y trascendentales. Ahora estamos en una encrucijada global, europea, nacional y local. Cuando la mayoría es inculta, manipulable y pasota, la democracia se torna inquietante. La razón no siempre es cosa de la mitad más uno. Muchos no saben qué votan ni qué consecuencias tendrá su desinformación, como vemos actualmente. El marketing es una cosa; gobernar es otra. Dar el poder a según quién conlleva su penitencia.

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Como habrá elecciones europeas, leo el «Libro blanco sobre el futuro de Europa» con prólogo de Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea. Propone hasta cinco escenarios posibles para 2025. Aporta datos. En 2060, por ejemplo, Europa conformará solo el 4% de la población mundial y en 2030, será la población más vieja del mundo. Ya solo con eso, lo tenemos crudo. Pocos y mal cohesionados. Nuestra forma de vida no ha caído del cielo pero podría caer por los suelos.

Pensemos en la deformación que se produce cuando pasamos del programa al acto, sobre todo si hay pacto. Los jóvenes tendrán que decidir su futuro y no les iría mal escuchar la voz de los mayores. Es solo un consejo, no obligatorio, fruto de la experiencia de los aciertos y errores. Alguien que vivió el paso de la dictadura a la democracia podría decirles: «No dejes que el miedo te domine: ten valor. No te dejes arrastrar por la corriente: ten valores.»