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Hay quienes usan el discurso político. Como si estuvieran manejando una motosierra. Hay mentiras que ganan juicios y desde ese convencimiento hay también políticos que mienten para ganar elecciones. Los hay que incluso van dopados, económicamente hablando, sin explicar de dónde sacan tanto dinero para manejarlo a manos llenas; este tipo de ventajas obscenas las contempla la Ley Electoral que lo señala como punible.

Pero ciñámonos a la mentira, al engaño verbal, a la oratoria contaminada. En TVE 25 de febrero 2019 para ser entrevistado, el señor Casado dijo que el presidente Sánchez hacía dos meses que no iba por el Parlamento. Trabucó las fechas porque hacía solo unos días que había estado en el debate de los presupuestos. Casado se atribuye la Ley de Violencia de Género del gobierno de Zapatero; tampoco parece que hile muy fino cuando dice que en la Comunidad catalana hay «kale barroka», sin embargo, la presidenta del Colectivo de Víctimas del Terrorismo, hermana de Gregorio Ordoñez, el líder del PP asesinado por ETA en 1995, Consuelo Ordoñez, le acusó a usted Sr. Casado de «frivolizar» al comparar «cosas que no tienen nada que ver». En fin que no parece la mejor manera de presentarse a la ciudadanía postulándose como el próximo presidente del Gobierno. La corrupción es muy amplia y sin duda, una de las peores corrupciones es la mentira, el engaño para socavar las virtudes del contrario, de manera que la falsedad no puede ser de ningún modo parte del lenguaje político, porque se retrata como charlatanería mitinera menguada de valores.

Casado acusa al presidente Sánchez de vender a España a los independentistas en clara referencia al documento de 21 puntos que estos presentaron y que el gobierno rechazó íntegramente, motivo por el cual, los independentistas catalanes no votaron los presupuestos dejando caer al Gobierno, que se ha visto obligado a clausurar las Cámaras y convocar elecciones, y aquí igual que aquel tonto que seguía la linde y la linde acabó pero el tanto siguió, Casado sigue con su cansino argumentario igual que Albert Rivera, sabiendo como saben ambos que es mentira.

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Por ese camino, más pronto que tarde señor Casado, puede acabar autodestruyéndose a sí mismo, porque usted debería saber que la ciudadanía ni es tonta ni le gusta que pretendan engañarla, sobre todo cuando la mentira repetida se convierte en la letanía sistemática. La discrepancia es una cosa y la mentira otra. Entre partidos diferentes es inevitable que se discrepe, incluso le diré que eso es sano si se ejerce con la verdad por delante.

Mire señor Casado, si usted llega alguna vez a presidir el Gobierno de España, déjeme reunir el valor suficiente para decirle que contaminando el lenguaje trufándolo de medias verdades, cuando no de flagrantes mentiras va usted a echar la carrera muy corta. Acuérdese que de antiguo se decía «que antes se pilla a un mentiroso que a un cojo».

Si el político acostumbra al votante a escuchar la verdad, tendrá un plus de empatía conquistada, pero si se le quiere atraer desde la falsedad, la empatía se irá por el sumidero que conduce al albañal de lo desechable. No vaya usted por esa trocha, no malicie al posible político que lleva dentro. Los tiempos del descrédito y la falsedad argumentaría del discurso asilvestrado, solo le servirán para autocrearse una aureola de político mediocre, huérfano de recursos orales sin otra capacidad que la del exabrupto a troche y moche que ya ni siquiera formarán parte de un titular en un periódico digital.