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Aseguran que matar moscas con el rabo, resulta complicado. Pero no creo que lo sea tanto como usar los teléfonos móviles o meterse en internet. Supongo que ya vieron el spot de la Tablet en el que un hombre de mediana edad va siguiendo los pasos que le indica su hijo por teléfono y abre una carpeta, pero de cartón. O el de aquel otro que utilizaba la tableta para cortar verduras. Ya se sabe que las personas de edad no saben usar ordenadores, o a lo sumo los usan mínimamente. La cosa se complica con los teléfonos móviles, porque antes los teléfonos eran como escarabajos gigantescos que pintaba Dalí en sus cuadros, o bien se trataba de cajoncitos con dos timbres como dos tetas de acero niquelado a los que tenías que darles cuerda para que te contestara la operadora, que además se sabía todos los números del pueblo y bastaba con decirle: «Ponme con el bar tal o con la casa de fulanito de tal». Ahora en cambio un teléfono sirve para conectarnos a internet, para jugar a marcianitos, para escuchar música y grabarla, para consultar el horario de los aviones, para llevarnos a direcciones desconocidas mediante el GPS y muchas, muchas cosas más. Las personas mayores se pierden en el laberinto de tanta tecnología, como se pierden con las instrucciones de la secadora, del televisor y sus conexiones por cable o por antena parabólica. Los abuelos suelen decir que los niños, en cambio, parece que nacen con un manual para uso de aparatitos diversos, porque en seguida lo saben todo.

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La cosa se complica más cuando a un abuelo se le ocurre navegar por internet, realizar compras o apuntarse a Facebook. Resulta que los sitios que uno visita suelen ‘facilitar’ el acceso mediante contraseñas, y uno llega a tener un cajón lleno de papelitos con contraseñas de seis letras, con al menos una mayúscula y un número, con las palabras más extrañas que a uno se le ocurren, porque ya se sabe, cuanto más raras, más seguras, por lo inaccesibles al común de los hackers. Pero lo que sucede es que son tan difíciles que uno ya no recuerda a qué empresa corresponden, y tiene que poner otras nuevas, y el cajón va engordando a base de papelitos con fórmulas incoherentes. Después también suele ocurrir que nos entra un virus y nos cobran tropecientos euros por llamadas al extranjero, o se trata de un hacker del Facebook que hace proposiciones deshonestas a todo quisque a nuestro nombre, con lo cual pensamos que sí, que es muy difícil matar moscas virtuales con el rabo.