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Por encima de los sesudos análisis en torno a los resultados del 28-A y del porqué ha ganado uno y han perdido otros, existe -visto lo visto, debería existir- un análisis de mercado previo que al estilo de los economistas decide dónde invertir o no. Uno coloca su dinero o su candidato allí donde piensa obtener más rentabilidad en función de las reglas que rigen el mercado.

Las que reinan en el mercado del voto es la perversa ley de conversión de los sufragios en escaños y el tamaño de la circunscripción, la provincia. Por eso el coste de un escaño no es lineal, en determinadas provincias cuesta el doble.

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No iba desencaminado Casado cuando pedía a Vox que no se presentara en determinadas provincias. El resultado es que la lucha en el mismo segmento ha perjudicado a los dos. El nuevo partido no hizo estudio de mercado alguno, salió a reventarlo y es el que más votos inútiles, aquellos que no han servido para alcanzar escaño, ha obtenido.

Respecto a la útil en su día y desfasada hoy Ley d’Hont, el partido más votado siempre resulta bonificado en la representación. El PSOE tuvo el 28,68 por ciento de los sufragios, lo que le ha supuesto el 35,14 por ciento de los diputados de la cámara. En menor medida resultan gratificadas la segunda y tercera fuerza, el PP se llevó el 16,70 por ciento de los votos y ocupa el 18,84 por ciento de los escaños y Ciudadanos, con el 15,86 de los votos, obtiene el 16,29 de los diputados. La cosa cambia a partir de la cuarta sigla con presencia en todas las circunscripciones. Podemos, con el 11,95 por ciento de los votos se lleva solo el 10 por ciento de los escaños y Vox,con el 10,86 por ciento de los votos, se queda con el 6,86 por ciento de sus señorías. La ley solo afina en la relación votos-escaños con las candidaturas regionales.